miércoles, 16 de noviembre de 2011

Artículo de opinión "Requiem por la Primavera Árabe"

Los peores presagios se van cumpliendo. La posibilidad de que las rebeliones populares en Oriente Medio y el Norte de África se convirtieran en revoluciones progresistas, trasformando la estructura del poder político y económico de sus países, era una utopía. Sucedieron en un contexto no favorable: la crisis financiera; la ausencia de una superpotencia fiadora (antaño la URSS) que facilita la injerencia de los imperialistas –ávidos de la ubicación estratégica de esas tierras y sus recursos-, que donde no las aplastan las desvían; los “reciclados” de los antiguos regímenes (como el siniestro exministro del Interior libio Abdul Fatah Yunisen) y los grupos religiosos que prometen el paraíso… El frente de la contrarrevolución ha conseguido secuestrar las consignas populares, echando arena a los ojos de los ilusionados.

Los mismos gobiernos occidentales que han elogiado el pacifismo de los manifestantes, no ha dudado en apoyar la matanza de miles de civiles en Libia, Bahréin o Yemen. Deben estar sorprendidos de que los “indignados” árabes no les hayan pedido cuentas por apuntalar los despotismos sádicos que soportaron durante décadas. El no poder detectar a los depredadores (internos y externos), disfrazados con sofisticados y afables ropajes, es justo uno de los puntos débiles de estos movimientos.

Túnez ya es islamista. Con las cosas en su sitio, los grupos religiosos se dedicarían a predicar el bien y estarían, al igual que los militares, excluidos de la participación política. Se declaran moderados, mientras el debate no es el Islam y su capacidad democrática, sino la teocracia, la aplicación de unas normas adoptadas hace siglos, en nombre de Dios, y su choque con el gobierno del pueblo, por y para el pueblo. Las experiencias de otros países están a la vista….Será que nadie se escarmienta en la piel del otro.

Los islamismos, cuya principal base social son los excluidos y desclasados, ese inquietante núcleo de la “masa”, y no los trabajadores, suelen ganar las (primeras) elecciones no sólo porque apelan a la fe, sino también porque incluso bajo las dictaduras más férreas sus ideas siguen presentes en las mezquitas, escuelas, leyes y tradiciones. Su programa económico, si lo tienen, está basado en las leyes del mercado, la santidad de la propiedad, el culto a la pobreza y la misericordia del Creador, que acogerá a los pobres en su cielo.

Egipto, el pilar del poder de la OTAN en la región, se aproxima al modelo de Pakistán que no al turco: una república islámica militar sometida a EEUU con una fachada civil legitimada en las urnas.

Libia se somaliza; ya empezó la guerra del reparto del botín organizada por las potencias civilizadas que danzan sin pudor sobre el cadáver masacrado de Gadafi exhibido por una jauría de bandidos (mirar el video de la entrevista con Hillary Clinton “Fuimos, vimos, murió”). La primera declaración del nuevo gobierno ha sido de carácter sexual: legalizar la poligamia, como si las mujeres fueran el botín de su guerra. ¿Por eso han sido asesinados decenas de miles de libios? El sueño de la libertad política, los derechos civiles y el reparto justo de los incalculables recursos naturales del país ha sido enterrado bajo las bombas de la OTAN y a mano de sus mercenarios.

La coalición anglo-estadounidense ya jugó con éxito la carta religiosa en Afganistán e Irak, derrocando regímenes laicos para llevar al poder a la derecha religiosa. Esta estrategia (en la que Francia también tiene una larga experiencia) es someter y distraer al público con burkas, latigazos y lapidaciones, mientras saquean sus recursos. Y aquí, los orientólogos y los progres pedirán respeto a “la cultura y a la voluntad” de aquellos pueblos, y llamarán “tradición” a la barbarie hecha táctica política.

Habrá más capitalismo del subdesarrollo, pobreza y represión. Las rebeliones no han hecho más que empezar.

FUENTE: Documento con fecha domingo, 06 de noviembre de 2011. Publicado el domingo, 13 de noviembre de 2011 publicado en Público del autor Nazanín Armanian.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Resumen tema 3, bloque I, nivel I: Sustantivos, adjetivos, artículos, palabras sinónimas y antónimas y ortografía de la b y la v. SUSTANTIVOS Definic

SUSTANTIVOS

Definición: Son las palabras con las que nombramos a los animales, a las personas, a las cosas o a los sentimientos, es decir, a las realidades que forman parte de nuestro mundo. Ej.: mesa.

Morfemas: Son variables porque pueden cambiar de género (masculino y femenino) y número (singular y plural).

a) El género se expresa de diferentes formas en los sustantivos:

-Lo normal es que los sustantivos que terminan en –o pertenezcan al género masculino y los que terminan en –a al femenino. Ej.: Perro/perra.

-En otras ocasiones, el sustantivo no cambia y el artículo indica el género. Ej.: El artista/la artista.

-Otros sustantivos adoptan una terminación irregular para marcar el femenino: Ej.: Actor/actriz.

-Otros sustantivos expresan el género mediante palabras diferentes: Ej.: Hombre/mujer.

b) El número indica si el sustantivo se refiere a un único ser u objeto (singular) o a varios (plural):

-Cuando el sustantivo termina en vocal se añade una –s y cuando termina en consonante se añade la sílaba –es. Ej.: Niño/niños.

-Los sustantivos que acaban en -í o en –ú acentuadas suelen formar el plural añadiendo –es. Ej.: Marroquí/marroquíes.

Concordancia: Junto a los sustantivos solemos encontrar determinantes y adjetivos que irán siempre en el mismo género y número que el sustantivo al que acompañan. Ej.: El niño guapo.

Clasificación:

Común: nombran a un ser cualquiera del conjunto. Ej.: niño.

Propio: nombran a un ser concreto de un conjunto. Ej.: Carlos.

Concreto: nombran realidades que podemos percibir por los sentidos. Ej.: agua.

Abstracto: nombran realidades que no podemos percibir por los sentidos. Ej.: tristeza.

Individual: nombran en singular a un solo ser. Ej.: oveja.

Colectivo: nombran en singular a un conjunto de seres. Ej.: rebaño.

Contable: nombran realidades que se pueden contar. Ej.: cigarro.

Incontable: nombran realidades que no se pueden contar sin algún tipo de unidad de medida. Ej.: tabaco (un paquete de tabaco, un cartón...).


ADJETIVOS

Definición: Son las palabras que expresan propiedades o características (una cualidad, un estado, una procedencia o una relación) del sustantivo al que acompañan. Ej.: alto (edificio).

Morfemas: Tienen género y número.


ARTÍCULOS

Definición: Son las palabras que presentan a los sustantivos.

Morfemas: Tienen género (masculino, femenino y neutro) y número.

Paradigma: El/la/los/las/lo.


SINÓNIMOS: Palabras distintas pero que tienen significados parecidos. Ej.: inteligente y lista.


ANTÓNIMOS: Palabras que tienen significados opuestos. Ej.: frío y calor.


ORTOGRAFÍA DE LA B Y DE LA V

-Se escribe B después de M. Ej.: bomba.

-Se escriben con B las terminaciones en –aba del pretérito imperfecto de los verbos de la 1ª conjugación (acabados en –ar). Ej.: amaba.

-Se escriben con B las formas de los verbos acabados en –BIR, -BUIR Y –ABER, menos vivir (y todos sus derivados como sobrevivir, convivir...), servir, hervir y precaver. Ej.: percibir.

-El pretérito perfecto simple de los verbos andar, estar y tener se escriben con V. Ej.: anduve.

-El presente de indicativo (voy), el presente de subjuntivo (vaya) y el imperativo (ve) del verbo ir se escriben con V.

Resumen tema 4, bloque I: Verbos, adverbios, preposiciones, palabras homónimas y polisémicas y ortografía de la g.

VERBOS

Definición: Son las palabras que indican acciones , procesos , una propiedad o una característica o estado de alguien o de algo.

Estructura: Son variables, es decir, tienen un lexema o raíz (parte que no cambia y contiene el significado léxico) al que se le pueden añadir unas desinencias (elementos finales). Tipos de desinencias verbales:

· Número: una forma verbal es singular cuando la acción que expresa la realiza o la recibe un solo ser o entidad (ej.: Mohamed sacó un sobresaliente en Lengua); y es plural cuando la acción es realizada por varios seres o entidades (ej.: Los chicos y chicas de clase han preparado actividades para ese día).

· Persona: El verbo hace referencia a las tres personas de la conversación en singular y en plural:

1ª persona (el/la que habla): canto (yo), saltamos (nosotros).

2ª persona (el/la que escucha): cantas (tú), saltáis (vosotros).

3ª persona (el/la que está fuera de la conversación): canta (él), saltan (ellos).

· El tiempo sitúa la acción en el pasado, en el presente o en el futuro: Si la acción está

ocurriendo en el momento de hablar, el tiempo será presente (yo miro (ahora); si es anterior al momento de hablar, estamos ante un tiempo pretérito o pasado (yo miré (ayer). Finalmente, el tiempo futuro expresa que la acción que no ha sucedido aún (yo miraré (mañana).

· El modo expresa la actitud del hablante ante lo que dice. Hay tres modos:

- Modo indicativo: si expresamos opiniones o deseos que se cumplirán. Ej.: Llueve agua (realidad).

- Modo subjuntivo: si expresamos miedo, duda, deseo... Ej.: Ojalá que llueva café” (deseo).

- Modo imperativo: presenta la acción como una orden, un ruego o un consejo.

Conjugaciones: Son una especie de modelos que seguimos para conjugar todos los verbos del español:

a) Los verbos que acaban en –ar pertenecen a la 1ª conjugación. Ej.: pensar.

b) Los verbos que acaban en –er pertenecen a la 2ª conjugación: Ej.: crecer.

c) Los verbos que acaban en –ir pertenecen a la 3ª conjugación: Ej.: recibir.


PRONOMBRES

Definición: Son las palabras que sustituyen a los sustantivos o nombres.

Tipos:Los hay de muchas clases pero por ahora nos vamos a quedar con los personales:

Yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos.


ADVERBIOS

Definición: Son las palabras que acompañan a los verbos completando su significado. Son invariables, es decir, no cambian nunca, no tienen desinencias.

Tipos:

-Lugar: aquí, allí, encima, enfrente, alrededor, debajo, cerca, lejos, arriba, abajo, dentro, fuera, delante, detrás, etc.

-Tiempo: ahora, anoche, hoy, antes, después, mañana, luego, siempre, nunca, tarde, pronto, ya, aún, todavía, etc.

-Modo: bien, mal, así, despacio, deprisa, etc.

-Cantidad: mucho, bastante, poco, nada, más, menos, solo, algo, etc.

-Duda: quizá, quizás, etc.

-Afirmación: sí, claro, también, etc.

-Negación: no, jamás, tampoco, nunca, etc.

También son adverbios todas las palabras acabadas en -mente: últimamente (tiempo), cuidadosamente (modo), seguramente (duda), etc.

Locuciones adverbiales: dos o más palabras que construyen una única significación sustituible por un adverbio. Ej.: tal vez (duda), a lo mejor (duda), a oscuras (modo), a tontas y a locas (modo), etc.


PREPOSICIONES

Definición: Son palabras invariables que se utilizan para relacionar o unir palabras

entre sí de diferente categoría gramatical.

Paradigma: En español tenemos las siguientes: a, ante, bajo, con contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, sobre, tras, durante y mediante.


PALABRAS HOMÓNIMAS

Definición: Son dos palabras con la misma forma (significante) pero distinto significado. Tienen, por tanto, distintas entradas en el diccionario. Se clasifican en:

Homófonas (suenan igual, pero hay alguna diferencia en las grafías): Ej.: vidente (que puede ver) y bidente (que tiene dos dientes).

Homógrafas (las grafías son idénticas): Ej.: cerca (adverbio), cerca (sustantivo).


PALABRAS POLISÉMICAS

Definición: una palabra es polisémica si tiene varios significados. Tiene, por tanto, una única entrada en el diccionario. Ej.: Sierra (1: Herramienta para cortar madera; 2: Cordillera de montañas).


ORTOGRAFÍA: REGLAS DE LA G

-Las palabras terminadas en –GIA, –GIO y –GIÓN se escriben con G. Ej.: nostalgia, colegio o región.

-Los infinitivos de los verbos terminados en –ger , -gir y –giar se escriben con G. Excepto tejer y crujir. Ej.: Proteger, exigir o elogiar.

domingo, 23 de octubre de 2011

Sobre la picaresca femenina. Interesante artículo de Eugenia Sainz González.

Eugenia Sáinz González Santander - Venezia

MISOGINIA O MIEDO EN LA PICARESCA FEMENINA

1. Introducción
La picaresca femenina ha estado siempre relegada a un segundo plano por las novelas de prota-

gonista masculino (desde El lazarillo de Tormes hasta el Simplicius Simplicissimus de Grimmel- shausen). Las características principales del género han sido establecidas a partir del Guzmán de AIfarache de Mateo Alemán, pese a la precariedad inherente a un enfoque tan limitado. De hecho, muchos de los rasgos considerados como paradigmáticos del género picaresco y del carácter del pícaronosonaplicables-o almenos,nolosondeunmodoabsoluto- alapicarescafemenina.

Las novelas protagonizadas por mujeres presentan peculiaridades impuestas tanto por el sexo de la protagonista como por la distancia entre autor y narrador autobiográfico. Por ser mujeres, las pícaras tendrán que amoldarse a una sociedad rígidamente patriarcal que las somete a restrio ciones en su afán de movimiento y en sus suefios de realización. A su vez, el desajuste autornarra- dora va a revertir en una fuerte manipulación ideológica de los textos.

De ahi que quiera reflexionar a lo largo de este articulo sobre un aspecto muy concreto: el tra- tamiento del ascenso social en la picaresca femenina a través de las siguientes obras: La Picara Justina del licenciado Francisco López de Ubeda, La Pícara Coraje de H. J. Ch. von Grimmelshau- sen y Moll Flanders de Daniel Defoe. La primera aparece en 1605 como parodia inmediata de la novela de Mateo Alemán. Justina dice ser una pícara por los cuatro costados, desenvuelta. burlona, mordaz e impenitente, orgullosa de su ascendencia celestinesca y de su matrimonio con Guzmán. En 1670 se publica La pícara Coraje, relato que se desarrolla en el entorno cronológico de la G u e rra de los Treinta años y que aparece justificado por el afán de venganza de la protagonista, deseosa de pagar con la humillación y la deshonra una burla que le había hecho Simplicius. Moll Flanders pertenece ya.al siglo XVIII (1722). Es una novela vinculada a la tradición de la biografia criminal y marcada por el espíritu capitalista y protestante de la epoca.

Estas tres obras no agotan evidentemente toda la panorámica de la picaresca femenina. Debe mos tener presente, además, La hija de la Celestina de Jeronimo de Salas Barbadillo (1612), La niña de los embustes, Teresa de Manzanares (1632) y La garduña de Sevilla y anzuelo de bolsas (1642), ambas de Alonso de Castillo Solórzano. Pese a que en esta ocasión no es mi intención ocuparme de dichas obras, creo que las conclusiones son lo suficientemente generales como para aplicarse sin distorsión a todas las novelas de protagonista femenino.

Quisiera señalar finalmente que he recurrido a un enfoque crítico enormemente suspicaz: des- confio de la pícara, desconfio del autor como creador de personajes verosímiles y desconfio de las intenciones exclusivamente moralizantes que declara tener en los prólogos y aprovechamientos. Esta metodología de la desconfianza me obliga a tener en cuenta tres aspectos:

logros conseguidos por las picaras en oposición a los pícaros,

posibilidades efectivas de ascenso social en la época,
' tratamiento del tema por parte del autor, es decir, si hay o no desajuste entre realidad y

ficción y por qué.

Intentaré demostrar que el triunfo de las picaras en su deseo de medro social a través del mat- rimonio no es más que un recurso literario al servicio de la misoginia de la epoca y a costa del rea- lismo del relato. Esta distorsión interesada de la realidad a través de la manipulación narrativa ca- racteriza a las novelas picarescas del siglo XVII, pero no se aprecia con tanta intensidad en M011 Flanders.'

2. "iválgame Dios! que aún a mí me toca y yo soy alguien." Ambición y movilidad social.
Un rasgo esencial del carhcter picaresco es la ambición. La vida del pícaro se inicia con una protesta y con una esperanza casi suicida. Su voz es la del insatisfecho y la del inconformista. No acepta una sociedad que le condena por nacimiento y decisión supuestamente divina a la pobreza

irremediable y sumisa. No quiere ser pieza de cartón en un enorme "puzzle" que otras manos com- ponen; se niega a ser sujeto de un código civil que no le contempla como persona con derechos, y no quiere pagar tampoco con la frustración de toda una vida las deficienciasde un sistema social que sólo favorece a la nobleza.

No tiene vocación de rebelde ni de revolucionario. No aspira a transformar la sociedad sino a integrarse en ella: él, caballero, ella, dama. Cuando la eternidad no tiene fuerza bastante para jus- tificar los grilletes, la vida se convierte en apuesta del yo contra los otros, en reto renovado dia a día. Egoísta, materialista y egocéntrico, no cree en la solidaridad, desconfia de todos porque aprende con los desengaños y no sabe lo que significa tener un proyecto en común: "Todos cami- nan a viva quien vence" - comenta Guzmán (pág. 154). Su sueño es personal, intrasferible y soli- tario: cambiarse de lugar en el tablero de juego: ser reina o caballo, mas no peón.

Con ese convencimiento de piedra que solo conceden el hambre y los afanes frustrados, el pí- caro y la picara creen que pueden ascender, que el haber nacido les da derecho a esperar y desear. No importa cómo. Su objetivo es conseguirlo. Recordemos el esmero con que Guzmán se viste y acicala para presentarse ante las damas como un caballero (libro 11, cap. VIII). La misma presun- ción se adivina en el pequeño Pablos que quiere aprender virtud en la escuela (Libro 1, cap. 1). A Justina le basta una romería para regresar a Mansilla con nuevas ambiciones:

"...Se mepusoenlacabezasalirdealdeanaymontañesaydardesúbitÓenciudadanaporque yo ya era dama; ya las cosas de Montaña y de Mansilla, que todo es uno, me olian a aceite de alacranes." (pág. 132)

Con sólo ocho años, Moll ya tenia bien claro que no habia nacido para sirvienta:
"...pues !ay!, para mi, ser dama era poder trabajar por mi cuenta y ganar lo bastante para

mantenerme, sin tener que pensar en el horror de ponerme a servir." (pág. 17)

Y ante la perspectiva de casarse con un comerciante, no duda en reconocer que no le valía cualquiera.

"... la verdad es que deseaba un comerciante que tuviese también algo de caballero; que cuan- do mi esposo quisiera llevarme a la corte, o al teatro, no resultara grotesco con la espada al cinto, y pareciese tan caballero como cualquier otro hombre; y que no fuera uno de éstos en cuya ropa se advierte siempre la señal de las cintas del delantal y en cuya peluca se nota la hue- lla del sombrero; que cuando llevara la espada pareciese nacido con ella al cinto, y que en su aspecto nada delatase su oficio.

Bueno, por fin encontré este anfibio, este cruce que se llama caballerwomerciante." (pág.68)

No menos orgullosa es Coraje, que se enamora siempre de capitanes, tenientes y caballeros, nunca de soldados rasos. Si en cierta ocasión aceptó por esposo a un mercader fue porque, a pesar de "la vergüenza de tener que pasar de esposa de capitán a cantinera", vislumbraba que el matri- monio sería un buen negocio (pág. 141).

El deseo de ser más, de alcanzar un status elevado que comporte honra y riqueza, prestigio y comodidad es el motor que da sentido a la vida de estos picaros. Su descontento vertido en actos deprotesta-algo quehubierasidoinsólitoenlaEdadMedia- nosremiteaunasociedadenproce- so de cambio. El hecho de que un desharrapado como Guzmán osase reivindicar para sí un puesto distinto al que le habia sido otorgado por nacimiento nos demuestra que la antigua estructura estamental, estática y diseñada por Dios, habia dejado de ser un ideal de paz unánimemente a c e p tado.

A ello habian contribuido varios factores: por una parte, el Renacimiento habia dejado en los espíritus una secuela de individualismo y autoestima. "Váigame Dios!, que aún a mi me toca y yo soy alguien" -se dice a sí mismo Guzman. El hombre que descubre su valia y su derecho a existir con dignidad no puede conformarse con la panacea medieval del conformismo y la resignación. La sumisión tantas veces predicada desde el púlpito era la negación misma de ese sentimiento de orgullo y aut~estima.~

fntimamente vinculada a esta actitud individualista, una burguesía emprendedora y cada vez más prepotente ostentaba por las calles un status comprado con dinero. Para los nuevos burgue ses era inadmisible la visión idílica de la pobreza como estado preferido de Dios y al tiempo que ellos ganaban poder económico y prestigio, perdia credibilidad el viejo argumento de la legiti- mación divina de la pirámide social. Su ejemplo confirmaba día a dia las sospechas de los deshere- dados: la suerte no estaba predestinada.

Ambición y dinero: muy atrás ha quedado la sociedad perfecta descrita y defendida por don Juan Manuel en el Libro de los estados. El dinero ha hecho permeables fronteras hasta entonces infranqueables. La naciente sociedad del siglo XVII se caracteriza por el inconformismo, la circu- lación monetaria y la movilidad social.

Son interesantes en este sentido las siguientes palabras de Antonio Domínguez Ortiz sobre el estamento de la nobleza:

"En el siglo XVI la jerarquia nobiliaria, antes borrosa, se afirmó con el estatuto de la grandeza, la creación en masa de títulos, la burocratización de la concesión de hábitos y la cada vez más marcada diferencia económica entre los caballeros y señores de vasallos, de una parte, y los simples hidalgos, de otra. En el trascurso del siglo XVII las diferencias se acentiian, y a fines del mismo puede advertirse claramente la cesura entre nobles y grandes, que en el futuro serían los únicos que en la consideración del vulgo serían tenidos por nobles, y los caballeros e hidalgos, destinados a fundirse con las clases medias, cuando no a ser proletarios. Aún tardaría en consumarse este fenómeno, pero la trayectoria se apreciaba con toda claridad. De aquí, ante la desvalorización creciente de las categorías nobiliarias inferiores. el afán de conquistar títulos, y como la Corona lo aprovechó para crearse una fuente de ingresos, la contaminación de las categorías nobiliarías por las económicas disoció por completo la teoría de la realidad...". (Domínguez Ortiz (1964). pág. 175)

Como vemos, la jerarquia nobiliaria estaba experimentando una remodelación dirigida por el dinero. Los hidalgos luchaban por convertirse en caballeros; los caballeros, por alcanzar el habito o conseguir un título, y los títulados por ser grandes. Si en 1520 había en Castilla veinte grandes Y treinta y cinco títulos, a fines del reinado de Felipe 11se habian convertido en un centenar.

Pero la movilidad social no sólo era posible dentro del estamento nobiliario. El dinero también circulaba en el estado llano entre burgueses y pecheros acaudalados, que alcanzaban fácilmente la hidalguía sobornando a jueces y regidores para que falsificasen los padrones3

"...el municipio, ganado por las dádivas o el favor, consentía en incluir en la nómina de hidal- gos al que no lo era; muchos extranjeros consiguieron ser admitidos por nobles en Sevilla, tomando primero vecindad en algún pueblecito de sus cercanías, donde no les resultaba dificil convencer a sus regidores." (Dominguez Ortiz (1964), pág. 175).

El otro medio, muy común y sencillo, era probar ascendencia montañesa. Bastaba convencer al sacristán para que hiciese un pequeño retoque en los libros de bautismo y casamientos. Como consecuencia, fue tal el aumento del número de nobles que la Corona prohibió la admisión de nuevas demandas. En 1553 Felipe 11 ordenó expresamente la revisión de las hidalguías recientes "para volver sobre las que se habian alcanzado por malos modos." Pero -tal y como señala Dominguez Ortiz-, "ni leyes ni castigos pudieron impedir unos abusos que nacían del espíritu de la época (...) en todas partes, el plebeyo enriquecido hallaba facilidades para introducirse en la hidalguía, y el hidalgo empobrecido dificultades para conservarla" (págs. 176 y 178). De hecho, pese a las órdenes en contra, la misma Corona favoreció el ascenso de muchos plebeyos, pues muy a menudo recurría a la venta de hidalguías (cuyo precio descendió en el siglo XVII de 4000 a 1000 o 2000 ducados e incluso menos) para costearse las guerras. No debieron de ser pocos los que bus- caron el ascenso a través de la milicia:

"Las interminables guerras del siglo XVII ofrecieron abundante ocasión a los que buscaban ennoblecerse con sus proezas; a veces se ofreció la hidalguía a los que militaban a caballo a su costa, e incluso a fines de siglo, cuando la vocación guerrera estaba casi perdida, muchos acu- dieron en 1683 a la guerra contra los turcos, combatieron delante de Viena, tomaron parte en el asalto de Buda y volvieron provistos de certificados de sus hazañas, que utilizaron para sus pretensiones de nobleza." (Dominguez Ortiz (1964), págs. 184-185)

De esto nos da testimonio Adelhold, uno de los personajes que aparecen en Simplicius Simpli- cissimus:

"Cuando se observan las virtudes de probidad de un hombre honrado no pasará lógicamente inadvertido. Tanto más cuanto hoy en dia se encuentra gente que habiendo cambiado el arado, la aguja, la lezna y el pastoreo por la espada, han alcanzado, gracias a su comportamientoy valen- tía, llegar más allá de la nobleza ordinaria, hasta el titulo de conde o barón." (Cap. XVII, pág. 93)

Su interlocutor reconoce que todos se alistan con la esperanza del ascenso pues quién sera tan loco que quiera servir en el ejército si no tiene esperanzas de ascender por su buena conducta y ver recompensados sus fieles servicios?" Simplicius, por su parte, habla del "continuo bullir y trepar en este árbol (el de la milicia), porque todos querían estar en los dichosos lugares superiores."

Sin embargo, el ascenso no era empresa fácil para los plebeyos debido a los privilegios con que contaba la nobleza:

"...yo puedo ver también -comenta un sargento- que la nobleza nos cierra las puertas para tal o cual dignidad nada más salir del caserón, la nobleza llega a algunos lugares con los que nosotros no podemos ni soñar, aunque hayamos hecho más méritos que muchos nobles que ahora son coroneles. Y lo mismo que entre aldeanos se malogran algunos ingenios nobles por falta de medios para acceder a los estudios, igual hay soldado que envejece con su mosquete al hombro, que podría muy bien mandar un regimiento y prestar valiosos servicios al general en jefe." (Cap. XVII, pág. 94)

De hecho, en el árbol de la milicia soñado por Simplicius, la parte del tronco que separa a los de arriba de los de abajo (obreros, jornaleros, labriegos...) era "un espacio liso, sin ramas, emba- durnado con unas sustancias maravillosas y con el extraño jabón de la mala suerte, de tal modo que nadie, al menos que no fuese de la nobleza, podía trepar por él ni por valentía, destreza o conocimientos, pues estaba más liso y pulido que una columna de mármol o un espejo de acero." Así se explica la utilidad de esas "escaleras de plata llamadas corrupción* que menciona el pícaro (Cap. XVI, págs. 89-90).

También Guzmán -recordémoslo- decidió en cierta ocasión alistarse en el ejército "que sólo eso buscaba para salir de congojas". El capitán, creyhdole noble, le estimuló con la perspectiva de un futuro halagüeño:

"En Italia es otro mundo y le doi mi palabra de le hacer dar una bandera. Que, aunque es menos de lo que merece, será principio para poder ser acrecentado." (Parte 1. libro 2", cap. IX, págs. 339-340)~

Por supuesto, nada salió como Guzmanillo esperaba.

En cualquier caso, milicia, soborno y compra de hidalguías eran tres puertas abiertas al ascen- so social. Lícita o ilícitamente, por méritos personales o, más frecuentemente, sobornando a regi- dores corruptos, aprovechando la ausencia de padrones en una aldea o convenciendo a un sac- ristán, los plebeyos adinerados se convertían en hidalgos y osaban menospreciar a los hidalgos de linaje. Éstos, empobrecidos por negarse a trabajar en oficios viles, se hundían en una lastimosa situación de desmoralizaci6n y desprestigio (buen ejemplo es el caballero de Lázaro). Además, desde el momento en que la hidalguía se hizo algo corriente, perdió también su antigua valoración social. Pensemos que incluso la regenta de una posada como la que aparece en El coloquio de los perros cervantino podía ostentar, orgullosa, su carta de ejecutoria:

"Mandó el alguacil que se cubriese y se viniese con él a la cárcel, porque consentía en su casa hombres y mujeres de mal vivir. ¡Aquí fue ello! ¡Aquí si que fue cuando se aumentaron las voces y creció la confusibn!; porque dijo la huéspeda: "Señor alguacil y señor escribano no conmigo tretas, que entrevo toda costura; no conmigo dijes ni poleos; callen la boca y váyanse con Dios (...) porque yo soy mujer honrada y tengo un marido con su carta de ejecutoria, y con a per-

penan rei de memoria, con sus colgaderos de plomo, Dios sea loado, y hago este oficio muy limpiamente y sin daño de barras. El arancel tengo clavado donde todo el mundo le vea; y no conmigo cuentos, que, por Dios, que sé despolvorearme." (Cervantes (1989), págs 325-326)

Sin embargo, pese a la enorme movilidad registrada desde fines del siglo XVI (muchos plebe yos convertidos en hidalgos; muchos hidalgos tratados como plebeyos), seria ingenuo pensar que todos pudieron sacar partido de esta situación. Fueron también muchos los que ahogaron sus aspiraciones por falta de medios económicos para costearse la hidalguía. Entre ellos se encontra- ban los pícaros, la sección más inconformista de los pecheros pobres. La novela picaresca -como ha señalado José Antonio Maravall- es la novela de la frustración del medro:

"En las condiciones sociales y económicas de los siglos XVI y XVII, ¿les era posible que por algún conducto regular llegaran a acumular riquezas, hasta permitirles mudar de estado, a des- dichadosjovenzuelos, pobres por su origen familiar, de padres que por una u otra razón vivían en la infamia, que pesaba sobre ellos la tacha legal del ejercicio de trabajo mecánico, etc.? ¿basta, como afirmaba Luis Mexia, con ponerse a trabajar hasta sudar "para adquirir riqueza para sustentar honra", aunque esta fuera en los niveles más ínfimos? Indudablemente, no."5

El servicio ya no era como antaño. La relación amistosa y paternal que vinculaba al señor con su criado habia sido sustituida por un frio contacto, afrentoso y desigual: el trabajo era abundante y los sueldos, escasos. Tras servir durante un año como paje de un cardenal, Guzman hace la si- guiente reflexión:

"Preguntado al cabo dello "¿qué tenéis horro, que se ha ganado?", la respuesta está en la mano: "Señor, sirvo a mercedes, he comido y bebido, en invierno frio, en verano, caliente, poco, malo y tarde. Traigo este vestido que me dieron y no tanto con que me cubriese, cuanto con que sirviese; no para que me abrigase, sino con que los honrase. Hicieron10 a su gusto y a mi costa; diéronme por mis dineros las colores de su antojo. Lo que habremos medrado en abundancia ha sido resfriados, que no hay hombre que pueda alzar un plato; granos y comezón con que nos entretenemos. y otras cosas de frutillas tales o peores. Cuando el viento corre fresco y alcan- zamos valor de diez o doce cuartos todo en grueso, ha sido de otros tantos pellizcos o bocados de cera que quitamos a la hacha y los vendemos a un zapatero de viejo. El que puede acaudalar un cabo, ya ese tiene patrimonio, hace grandezas, compra pasteles y otras chucherías; mas acaso si en ello lo hallan, en azotes lo paga, que es su juicio." (págs. 410-411)

Guzmán también intentará probar suerte en la milicia, pero ya vimos las escasas posibilidades de medro que se le ofrecían al soldado de origen plebeyo. Lo mas probable es que regresase roto, cansado, miserable, viejo, enfermo y desilusionado o que, en el peor de los casos, ni siquiera regre- sase. Las honras -comentaba el sargento de Simplicius- estaban reservadas a la nobleza:

"... murmuramos de la corta mano de los hombres valerosos y cuán abatida estaba la milicia. qué poco se remuneraban servicios, qu6 poca verdad informaban dellos algunos ministros, por sus propios intereses..."(pág. 338)

Asi las cosas, al picaro sólo le queda una salida: el trabajo, pero es ingrato, mina el orgullo y ata con cadenas a la pobreza. Por eso, sólo se rebajara a trabajar en casos de extrema necesidad. Rinconete, Cortaáillo y Guzmhn fueron durante algún tiempo esportilleros y éste ultimo trabajó tambien como mozo de ventero. Sin embargo, las apariencias le preocupan más que el hambre. Tiene muy claro que antes de trabajar, prefiere mendigar.

"Siendo aquella para mi una vida descansada, nunca me pareció bien, y menos para mis inten- tos. Porque, al fin, era mozo de ventero, que es peor que de ciego. Estaba en camino pasajero: no quisiera ser allí hallado y en aquel oficio, por mil vidas que perdiera. Pasaban momelos cami- nantes de mi edad y talle, más y menos, unos con dinerillos, otros pidiendo limosna. Dije: "Pues, pese a tal, ¿he de ser más cobarde o para menos que todos? Pues no me pienso perder en pusiláni- me." (pág. 257)

Su reacción era lógica. Por picaro que sea, ha nacido con alma de caballero y aspira a un sta- tus que le permita llevar una vida ociosa y acomodada. Trabajar en una venta es una ofensa a su dignidad. Pero la distancia entre propósitos y posibilidades es demasiado profunda; la frustración, inevitable, y ésta genera un odio tan intenso como las ilusiones deshechas. Los pícaros están atra- pados en la miseria, en la marginalidad. Su libertad era también un sueño. Se engañaron... Recor- demos al Guzmán que se encaminaba a la corte madrileña cargado de esperanzas y proyectos (parte primera, libro 11, cap. 1y 11):

"Pareci6me que por mi persona y talle todos me favorecerían y allá llegado anduvieran a puñadas haciendo diligencia sobre quién me llevara consigo."

La realidad fue muy distinta; el desengaño, inmediato:
"¡Cuánto distan las obras de los pensamientos! ¡Qué hecho, qué frito, qué guisado, qué fácil

es todo al que piensa; qué dificultoso al que obra! ... ~QuCbien se disponen las cosas de noche

a escuras con el almohada! Cómo saliendo el sol al punto las deshace como a la flaca niebla en el estío! ... Fueron castillos en arena, fantásticas quimeras. Apenas me vestí, que todo estaba en tierra. Tenía trazadas muchas cosas: ninguna salió cierta, antes al revés y de todo punto con- traria. Todo fue vano, todo mentira, todo ilusión, todo falso y engaño de la imaginación, todo cisco y carbón, como tesoro de duende." (págs. 250-251)

Tras la frustración, la rabia, y tras la rabia, la delincuencia:
"Viéndome tan despedazado, aunque procuré buscar a quien servir, acreditándome con bue-

nas palabras, ninguno se aseguraba de mis obras malas ni quería meterme dentro de casa en su servicio, porque estaba muy asqueroso y desmantelado. Creyeron ser algún pícaro ladroncillo que los había de robar y acogerme.

Viéndome perdido, comencé a tratar el oficio de la florida picardía. La vergüenza que tuve de volverme, perdíla por los caminos..."(pág. 258)

Como hemos visto, la inestabilidad social ofrecía numerosas posibilidades de medro, pero todas estaban vedadas a los pícaros. ¿Estaban sus compañeras en la misma situación? ipodemos establecer diferencias entre la picaresca masculina y la femenina? ¿cómo se desenvuelven las pícaras en la sociedad patriarcal y endocéntrica del siglo XVII? ¿Son relatados sus afanes con el mismo realismo? y, en última instancia, ¿qué probabilidadestenía una mujer real de que sus ambi- ciones se cumpliesen y en qué medida se reflejan éstas en los textos? Las preguntas, como vemos, se acumulan: vale la pena ir en busca de respuestas.

3. La ambición de la pícara

En primer lugar, hombres y mujeres coincidían en sus sueños (prestigio, riqueza), pero no con- taban con los mismos medios. Él era libre, podía aspirar a honras militares, a enriquecerse en el comercio si tenia vocación burguesa a a adquirir una hidalguía si contaba con el capital suficiente. La mujer, sin embargo, no era dueña de sí misma, pasaba del poder del padre o del hermano al del marido y no le quedaba más salida que la de rezar para que el primero no errase demasiado en la elección de su futuro esposo.6 Si era de origen noble, su ideal seria un caballero con hábito, un Titulo o, por qué no, un Grande de España. Si pertenecía a una familia burguesa acomodada, podría aspirar a un hidalgo acaudalado o a un caballero de prestigio. En cualquier caso, si era her- mosa (aunque no demasiado), casta, sumisa. obediente, virtuosa y, sobre todo, si podia ofrecer una dote cuantiosa, al padre no le resultaría dificil encontrar un buen partido entre los numerosos pre- tendientes que la solicitarian. La recién casada podia y debia estar contenta y satisfecha porque había aumentado la honra familiar y se había casado por encima de su clase. El amor era lo de menos en una sociedad que consideraba el matrimonio un mero contrato económico. De hecho, un moralista tan sobresaliente como Juan Luis Vives piensa que no se deben hacer matrimonios "por vias de amores, ni con tan frágiles nudos atar tan gran carga." La incidencia del dinero en la deshumanización de las relaciones interpersonales se hará, si cabe, más dramática con el estable cimiento de la ideologia capitalista y del mercado. El testimonio de Moll es conmovedor:

"La experiencia no tardó en enseñarme una cosa: (...) que los matrimonios aquí eran el resul- tado de una serie de hábiles cálculos para hacerse con un capital o para ampliar un negocio, y que el amor, o bien no contaba o contaba muy poco.

Que, como habia dicho mi cuñada de Colchester, la belleza, el ingenio, los buenos modales, la discreción, el buen carácter, la buena crianza, la virtud, la piedad, o cualquier otra de estas cualidades, ya fueran físicas, ya morales, no daban más valor a una mujer; que sólo el dinero hacía atractivas a las mujeres; que ciertamente, los hombres elegían sus amantes dejándose ile-

var por su inclinación, y que una ramera debia ser hermosa, tener buena figura, un porte agrad- able y un trato cortés; pero que tratándose de una esposa, ninguna deformidad resultaría repe- lente, ningún vicio haría cambiar de opinión; el dinero era lo importante; la dote nunca era encorvada ni mostruosamente fea, sino que el dinero era agradable siempre, fuese como fuese la esposa." (pág.76)'

Pese a todo, el matrimonio podía ser para la mujer una vía de ascenso social y de enriqueci- miento (era, de hecho, la única que tenia en una sociedad fuertemente patriarcal y antifeminista). Para una familia nobl'e, pero empobrecida, no seria nada desdeñable que la hija se casara con un burgues acaudalado; y viceversa, una familia burguesa acomodada no vería con malos ojos a un pretendiente noble, aunque fuese pobre, porque el casamiento aumentaba el prestigio familiar (hubiera sido el caso de Calisto y Melibea si no hubiesen muerto prematuramente).

Ahora bien, casarse no era siempre tan sencillo. Si se retrasaba el matrimonio, las consecuen- cias eran desatrosas para la mujer. Una doncella de veinticuatro años y sin perspectivas cercanas de boda debia pensar seriamente en la opción de la vida conventual. Por otro lado, nada había más frágil y vulnerable que una mujer viuda: sin la protección del marido, incapaz de ganarse la vida por si misma y sometida a la mirada escudriñadora de una sociedad preparada para criticar y cen- surar la más mínima señal de deshonestidad (la mujer es como una pared blanca sobre la que cualquiera se cree con derecho a escribir d i r í a sor Juana):

"Si una viuda sale de casa, la juzgan por deshonesta; si no quiere salir de casa, piérdesele su hacienda; si se ríe un poco, nótanla de liviana; si nunca se ríe, dicen que es hipócrita; si va a la Iglesia, nótanla de andariega; si no va a la iglesia, dicen que es a su marido ingrata; anda mal vestida, nótanla de extremada; si tiene la ropa limpia, dicen que se cansa ya de ser viuda; si es esquiva, nótanla de presuntuosa; si es conversable, luego es la sospecha en la casa; finalmente digo, que las desdichadas viudas hallan a mil que juzquen sus vidas, y no hallan uno que reme- die sus penas."8

Sin embargo, si nos introducimos en el mundo picaresco, observamos que las picaras tienen una ventaja Sobre las demás mujeres de la época: pueden elegir al hombre al que desean someterse e, incluso, pueden llegar a desempeñar el rol masculino en la relación de pareja. Carecen de padres y de hermanos que las obliguen o, si los tienen, como Justina, saben burlar su autoridad. De hecho, frente al reincidente fracaso de los picaros, sus compañeras de aventuras consiguen a menudo ma- trimonios ventajosos que les permiten ascender de forma inmediata en la escala social.

Manejan con habilidad a los varones porque conocen el tipo de mujer que les gusta y saben representarlo a la perfección: casta, callada, honrada, obediente y con dinero. Son bellas, arteras, astutas, expertas fingidoras, crueles con los pretendientes incómodos, es decir, pobres; dulces y seductoras con los enamorados de prestigio. Gracias a su hermosura, su astucia y sus artes innatas para el engaño y la seducción consiguen lo que nunca lograron los pícaros: el ascenso social y con él, el prestigio y la holgura económica.

Pese a su dudosa reputación, Coraje cuenta entre sus esposos a cuatro capitanes y un teniente. Este último fue elegido por su rango y apostura entre numerosos rivales:

"Tras esta batalla obtuve más enamorados que antes, y puesto que con mi marido había tenido mejores días que noches, máxime cuando desde su muerte guardaba ayuno en contra de mi voluntad, he aquí que decidí reparar tanta abstiencia eligiendo yo misma, así que me prometi a un teniente que, según mi parecer, superaba a los otros rivales en apostura,juventud, inteligen- cia y audacia. Era italiano por nacimiento, de los de negra cabellera pero de piel clara, y a mis

ojos tan hermoso que ningún pintor lo habría podido pintar más bello. Me profesaba una sumi- sión casi como un perrillo -hasta que no me hubo lamido- y cuando obtuvo de mí por fin el si, manifestó tamaño regocijo como si Dios le hubiese regalado el mundo entero. En palacio nos desposamos y tuvimos el honor de que asistieran el coronel y los más altos oficiales, que nos desearon-por ciertoenvano- muchafelicidadyunmatrimonioduradero."(pág.103)

Ningún hombre es capaz de descubrir sus artimañas embaucadoras:
"Me visitaba por aquél entonces un caballero que me agradaba sobremanera, decidido y acau-

dalado. Hacia el lancé mis redes y no descuidé ninguno de mis engaños hasta que no lo tuve en mi lazo y enamorado a mis pies hasta el punto de que le podía hacer comer de mi mano sin reparo por su parte.

Me prometió, por que le llevasen los diablos, que se casaría conmigo..."(pág. 135)

Y lo mismo le sucedió al capitán de Bragoditz:
"Yo, por mi parte, sabía dármelas de casta, con tan buen oficio, que él apuraba haciéndome

ver su desesperación." (pág. 119)

La pícara Justina confiesa haber tenido numerosos pretendientes, pero todos eran como el hijo de la lavandera o el tornero Maximiliano, "amantes campanudos que hacen apariencias y no ofre- cen"; de ahí que tras rechazar a muchos de estos enamorados importunos e insignificantes, Justi- na se desposase con un hombre de armas, pobre pero hidalgo:

"Tres cosas he dicho que rinden a una mujer: interés, presunción e importunidad. Interés, no dudes que le hubo, pues sin quien me amparara, ni mi sentencia era sentencia ni mi hacienda fuera mía. Mi presuncibn no era poca, pues casando con hijo de algo, había de salir de la nada en que me crié." (págs. 306-307)

Finalmente, también Moll consigue casarse ventajosamente en varias ocasiones. Recordemos al hermano menor de los Colchester, de quien, sin embargo, no estaba enamorada, o al banquero londinense, "hombre apacible, comprensivo, de buen natural; virtuoso, modesto, sincero y honra- do y laborioso en sus negocios." (pág. 210). Una sortija de diamantes y cinco años de sosiego, despreocupación económica y consideración social fueron la prueba de su amor por ella.

Como vemos, el devenir aventurero del pícaro está siempre marcado por el hambre, la miseria y la desilusión. La pícara, por el contrario, burla las fronteras de la marginalidad y asciende en la pirámide social mediante una estrategia matrimonial sabiamente trazada. El picaro nunca deja de ser pícaro. La picara se convierte en señora. Si es así, la deducción que se desprende de la novela picaresca es obvia: el matrimonio, en manos de una mujer inteligente, es un arma peligrosa capaz de corroer los muros de la estratificación social y superar, así, desniveles de clase insalvables para el varón. La pícara resulta ser un factor de inestabilidad social mucho más potente que su com- pañero, puesto que sus sueños ilegitimos de ambición pueden llegar a hacerse efectivos.

Ahora bien, si nos conformamos con esta primera lectura, es muy probable que nos estemos dejando engañar. Debemos ser menos crédulos y m5is supicaces. leer en los huecos que dejan las palabras y preguntarnos si, efectivamente, el mundo literario de la picaresca femenina tenía su paralelo en el mundo real. ¿En la sociedad patriarcal del siglo XVII, los deseos de medro de la pícara se unían a posibilidades reales para cambiar de estado? ¿Estaba el picaro en desventaja respecto a la pícara?

Creo que no; que entre novela y realidad se ha producido un desajuste o desplazamiento, y que este desplazamiento ha sido deliberadamente provocado por los autores. Ningún hombre se hubiera casado con una doncella desconocida sin estar absolutamente seguro de que cumplía los

requisitos exigidos a una buena esposa en cuanto a carácter, educación, antecedentes familiares y cuantía de la dote. Todavía en el siglo XVIII, Moll Flanders se quejaba de que los hombres podian pedir todo tipo de antecedentes en torno a la mujer escogida, mientras que ésta debía hacer un acto de fe sobre la honestidad de su futuro esposo:

"...medicuenta-comentaMollconenojo- dequeloshombresnotenianningúnescrúpulo en mostrarse tal cual eran, y en convertirse en cazadores de dotes, que así los llaman, cuando en realidad ni tenian fortuna semejante a la que pretendían conseguir, ni eran acreedores a ella por sus méritos; y que la cosa llegó a tales extremos que a una mujer ya casi no le estaba per- mitido hacer averiguaciones acerca del carácter o de la posición de la persona que aspiraba a su mano. De esto tuve un buen ejemplo en una joven de una casa vecina a la mía...Yo le di la razón y califiqué de ruin la conducta de 61; le dije que yo, aun siendo tan pobre como era, hubiese des- preciado a un hombre capaz de pensar que debía aceptarle sin mas recomendación que la suya propia, sin que tuviese la libertad de informarme por mí misma acerca de su fortuna y de su caráctet.."(pág. 77)

Es cierto que para la mujer del Barroco, el único medio de liberarse de la tutela del padre y de adquirir un status más elevado pasaba por el matrimonio y de que éste era, por tanto, el sueño de todas las féminas. De hecho, los libros de doctrina de la época sólo reconocen dos estados posi- bles para la mujer: el matrimonio y el convento. Esto significa que las mujeres podian ser donce llas, casadas, viudas y monjas.

Sin embargo, esta enumeración no es completa porque únicamente hace referencia a las mu- jeres integradas socialmente: hijas de campesinos, burgueses y nobles a quienes iban dirigidos los consejos y reconvenciones de Vives, Erasmo, Mexía, Fray Luis, Guevara y demás moralistas reco- nocidos. Aunque hablasen en las iglesias con mancebos opuestos y se asomasen a las ventanas para observar a los transeúntes, aunque participasen con sus comentarios en las tertulias, usasen corpiños escotados y se maquillasen el rostro, estas doncellas rebeldes y despreocupadas se casarían, tendrían hijos, se ocuparían mejor o peor de las labores domésticas y aceptarían, en definitiva, la autoridad de sus maridos. Las que sentían vocación religiosa, las viudasjóvenes y las eternas solteras veinteañeras acabarían recibiendo los hábitos monjiies. Entre los muros del con- vento,larebeldía,silahubo,seasfwabaprontoo-enelpeordeloscasos- quedabaoculta.

Ahora bien, además del matrimonio y el convento -las dos únicas salidas "profesionales" de las mujeres virtuosas- había un tercer estado que aglutinaba a doncellas y dueñas no tan hones- tas ni de tan claro origen: la prostitución. A él pertenecían alcahuetas como la vieja Celestina y rameras como Areusa y Elicia, como La Pericona, La Repulida, La Pizpireta y La Mostrenca, mozas del vivir alegre retratadas por Rojas (La Celestina) y Cervantes (El rufián viudo llamado Trámpagos).¿Tenemos alguna razón para excluir de esta lista a Justina y Coraje? Creo que no.

Aunque Justina no lo reconozca nunca, son numerosas las alusiones más o menos encubiertas a su verdadera condición. Ella misma gusta de llamarse "hija de Celestina", admira con pasión a su madre, ramera experimentada, cuando escribe sus memorias está completamente calva a con- secuencia de unas bubas producidas por el "mal francés" y al principio se define a sí misma con "seis nombres de p": picara, pobre, poca vergüenza, plana y pelada." El ultimo lo pone el lector. Finalmente, refranes como "ir rromera i volver rramera" o "la liebre búscala en el cantón i la puta en el mesón" nos confirman que, para los españoles del siglo de Oro, mesonera y prostituta, romera y ramera eran parejas ~inónimas.~

Coraje, por su parte, no tiene ningún escrúpulo en confesar al lector de d6nde provienen sus ahorros:

"Comenzaba por momentos a sentir la presencia del hambre, lo que me convenció sin dificultad para que me pusiera al punto de ganarme el pienso diario con el nocturno bregar." (pág. 134)

Y en otro momento comenta con descaro:
"...decidí confesarleamimaridotodaslasandanzasdemivida...salvolosepisodiosderam-

era que habia vivido aqui y allá..." (pág. 120)

Pues bien, es absolutamente inverosímil que una ramera del siglo XVII considerase la posibi- lidad de casarse. Mucho mas inverosímil es que aspire a un matrimonio ventajoso y que lo logre. Si sólo por el hecho de demorarse en el camino de ida y vuelta a la iglesia, una mujer honrada era tachada de callejera y libertina con el consiguiente desprestigio que esto significaba para su honor y el de su familia. mujeres como Justina y Coraje, andariegas, independientes, posesivas, charla- tanas, sensuales y decididas, serían inmediata y definitivamente condenadas. Ningún varón, ni siquiera el más plebeyo entre los plebeyos, las miraría como posibles esposas: "no kompres asno de rrekuero, ni te kases con hija de mesonero" - sentencia el refrán.

Si volvemos ahora sobre los textos, comprobaremos que estos no soportan una lectura deteni- da y crítica.

4. La inverosimilitud del relato picaresco femenino.

Coraje se casa nada menos que siete veces, pese a que nunca le abandona su fama de con- quistadora de hombres. Vaya donde vaya, su apodo la persigue, prueba de que sus conquistas mili- tares y sexuales estaban muy difundidas entre los soldados:

"...no llevaba apenas un mes en aquel ejdrcito cuando fui a toparme con algunos oficiales que no sólo me habian conocido en Viena, sino que además habian tenido conmigo buenas confi- dencias. Sin embargo, fueron muy discretos por no hacer escándalo ni de mi honra ni de la suya. Circulaba por ahí, debo decirlo, un pequeño rumor, que no me produjo, sin embargo, el menor atisbo de preocupación, salvo el de tener que seguir soportando el nombre de Coraje." (piig. 100)

Y más adelante:
"...tal como me ocurriese en Viena, tampoco pude aqui deshacerme del nombre de Coraje,

aunque era, de entre mis cosas, la que hubiera cedido por el más módico precio." (pág. 115)

Cuando piensa en la posibilidad de cambiar de sexo, se resigna al reconocer que "demasiados testigos hubieran desmentido mi farsa" (pág. 113), y en otra ocasión confiesa que 'unos y otros decían de mi que era el mismo diablo en persona", caracterización, sin duda. muy poco adecuada para una esposa. De hecho, muchos hombres llegaron a esquivarla e incluso a huirla: "Quedatela tú, que para mi no la quiero" -comentaban, temerosos de caer en sus redes. Ella misma reconoce a veces la ineficacia de sus artes porque "mi fama era conocida por doquier":

"...entre los oficiales... ninguno habia que quisiera casarse conmigo, ya fuera porque se aver- gonzaban de mí en el augurio de desgracias, habiendo causado tanto perjuicio a mis maridos anteriores. Los había incluso, desconozco por qué razón, que me tenian miedo." (pág. 113)

Pues bien, a la hora de la verdad, nada de esto parece tener relevancia. Tras enviudar de su primer capitán, Coraje no tarda en encontrar un sustituto:

"Como el caballero, esclavo mío e inundado de amor, no podía soportar la demora de nues- tro casamiento, nos desposamos sin más, antes de que pudiese llegar a saber cómo había con- seguido la Coraje todo aquel dinero, que no era pequeña cantidad." (pág. 100)

Tampoco el tercer capitán escuchó ningún comentario sobre la dudosa reputación de su prometida ni se preguntó de dónde procedian los mil talegos que Coraje, mujer viuda y huérfana, aportaba al matrimonio. Era tanta la ingenuidad y bondad del noble capitán que cuanto más fama adquiría Coraje como prostituta, más angelical y pura la juzgaba (cap. X). Finalmente, ¿qué caballero en su sano juicio aceptaría casarse con una mujer violada por todo un regimiento? ¿Son acaso los oficiales con que topa la protagonista los únicos hombres del siglo X W que toleran el adulterio femenino?

Desde luego, los apasionados sentimientos amorosos de los varones no nos merecen ninguna credibilidad en una sociedad materialista y cruda como la de Coraje. Las ridiculas declaraciones de amor cortés más bien parecen guiiíos jocosos del autor divertido a un lector cómplice. Efecti- vamente, creo que el amor en la picaresca femenina barroca es un mero recurso literario intre ducido con dos funciones: por un lado, divertir y entretener; por otro, sustentar una verosimilitud endebleyjustificar-almenos,aparentemente- estalargaretahiladematrimoniosdescabellados.

La inverosimilitud llega a tal extremo que el propio Grimmelshausen (a través de la picara) se atreve a ironizar en cierta ocasión sobre la sorprendente suerte de su personaje:

"...mi experiencia y buen hacer me permitieron atrapar una vez más a un capitán, esta vez del ejército de Gallas, el cual se casó conmigo como si fuera de Praga la obligación, o quizá cuati: dad suya, el procurarme maridos, y en concreto, capitanes." (págs. 181-182) ..

Esta coletilla final de Coraje más bien parece el comentario inevitable y risueño de un autorb consciente de su exageración, pero satisfecho del resultado: de la imagen desvergonzada y desen- vuelta de su antiheroina. De hecho, es tan llamativa la inverosimilitud que provoca fácilmente la hilaridad. Por pazgüato que fuese el mosquetero, por enamorado que estuviese (bien sabemos lo poco que importaba el amor en los contratos matrimoniales), es inconcebible que aceptase las seis cláusulas de obediencia y sumisión que le impuso la ambiciosa y altiva Coraje:

"Tan lejos llegué con mi galán, que acordt con él las condiciones siguientes y le hice prome- ter cumplirlas.

En primer lugar, debia abandonar su regimiento, porque de otro modo no podia servirme y yo no estaba dispuesta a ser mosquetera.

En segundo lugar, debia vivir conmigo y demostrar siempre, como hacen los esposos de ver- dad, amor y fidelidad a su esposa, lo cual es su obligación, y yo, por mi parte, haria lo mismo con él.

En tercer lugar, este matrimonio no seria, sin embargo, confirmado ante la Iglesia, no sien- do que quedase preñada.9

En cuarto lugar, tendría yo hasta entonces la potestad no sólo sobre las cosas, sino también sobre mi propio cuerpo y sobre los criados y, del mismo modo que el hombre ostenta poder sobre la mujer, asi haria yo con él.

En quinto lugar, y por todo lo dicho, no le sería posible prohibirme ni privarme de nada, ni mucho menos mirarme con malos ojos cuando conversase con otros hombres, o me permitiese hacer lo que de constumbre llena de celos al marido.

Y en sexto lugar, puesto que era mi intención dedicarme al comercio, debería ser él quien apareciese como cabeza del negocio y mostrarse activo al frente de este como celoso y eficiente comerciante, tanto de día como de noche, mas otorgándome pleno poder sobre el dinero y

soportando con obediencia cambios y rectificaciones cuando quisiese reprenderle por algún descuido.

En resumidas cuentas, debía ser considerado y tratado por todos como el dueiío y ostentar tal título y distinción, pero guardándome siempre la mencionada obediencia." (págs. 144-145)

Ninguna mujer se atrevería a tanto en el siglo XVII y ningún hombre admitiría una tiranía semejante. Es evidente, por tanto, que estos matrimonios no se hubieran celebrado en el mundo real. ¿Quéconsideración social podía merecer una viuda que se dedicaba al pillaje y a "otros me- nesteres" muy poco honestos? Su carácter era arisco, ladino, descarado y dominante; su forma de hablar, grosera y despreciativa:

"...el verdugo era mi padre y su viejo penco (su venerable sefiora, quiero decir) era como mi madre."

"...hice volver en sí a mi pelanas (a mi esposo, quiero decir)..."

"Puesto que de esta manera volvía a tener dos asnos, decidí cuidarlos con el mayor esmero, para que cada uno pudiera cumplir su tarea lo mejor posible." (págs. 158, 106 y 193 respecti- vamente)

No se queda atrás Justina. Es lasciva, libertina, maliciosa, atrevida y deslenguada. Su expresión es desgarrada, hiriente y ofensiva. Así responde al estudiante burlado:

"¿Por los dientes me cuenta el alma? Bien parece que le mordí. Por lo menos sabe que soy viva, porque muerdo. Con salud lo cuente, y sea tanta que le reviente por los ijares." (pág. 177)

En la primera romería aparece con un vestido escotado y llamativo que revela su condición de buscona y causa el efecto deseado entre la concurrencia masculina:

"Llevaba un rosario de coral muy gordo...Mis cuerpos bajos, que servían de balcón a una camisa de pechos... Una saya colorada, con que parecía cualque pimiento de Indias... un brial de color turquí, sobre el cual caían a plomo borlas, cuentas y sartas... Mas si los hombres mordieran con los ojos, según fingieron los argótides, ¿qué de tiras llevara mi saya?" (pág. 94)

A partir de este momento, Justina se va a esforzar por hacerse conocida entre los hombres por sus burlas y engaños. Su venganza al estudiante burlado se hace famosa en todo León y la broma cruel que tuvo que padecer el bachiller melado debió de extenderse por toda Mansilla. Con una reputación tan consolidada, es imposible que tuviese la oportunidad de rechazar a tantos preten- dientes enamorados. 11

Tras la relectura de ambos relatos, no cabe la menor duda de que la novela picaresca femeni- na del siglo XVII nos sumerge en una ficción muy lejana de la realidad. Frente al realismo de la novela picaresca masculina, que nos presenta a un pícaro atrapado irremisiblemente en la margi- nalidad, incapaz de aprovechar las abundantes posibilidades de ascenso social que ofrecia la época, la picaresca femenina nos entrega la vida de unas pícaras triunfadoras que convierten el matrimonio en una estrategia exitosa de enriquecimiento. Sabemos, sin embargo, que la mujer real del barroco estaba en una situación mucho más dificil que la del varón, puesto que el salirse de los roles impuestos por la ideología dominante, patriarcal, conservadora, represiva y misógina, irnplic- aba convertirse de inmediato y por consenso en una ramera. Con meridiana claridad lo ha expli- cado Julio Rodriguez-Luis:

"Una mujer pobre tenía, por supuesto, muchas menos oportunidades de éxito en una carrera picaresca que un hombre debido a factores tales como su menor educación, su absoluta depen- dencia de los hombres y la desconfianza de la ley hacia ella. Hablando desde un punto de vista

realista, la única puerta abierta a una mujer cuyo origen social y ambición eran similares a los del picaro era la prostitución, y ésta sola no podia elevarla a la posición disfrutada por las picaras literarias en la cúspide de sus carreras. Ésta es la razón por la cual Justina no es real- mente una picara sino la encarnación del ingenio de López de Úbeda. Las picaras, en oposición a las meras prostitutas, eran de hecho imposibles en una sociedad que imponía tantas pesadas constricciones a la movilidad social de una mujer normal."

Según el citado critico, la represión social a que estaba sometida una mujer de bajo origen provoca, inevitablemente, la inverosimilitud del relato y la falta de profundidad de los caracteres:

"Como consecuencia, las novelas picarescas que se refieren a las picaras carecen de la caracte- rística profundidad de las novelas que tratan de sus compañeros masculinos. Esta profundidad resulta de la tensión entre ambición y medios, una tensión que, si bien es creativa o artisticamen- te válida, debe basarse en una esperanza realística. Sin embargo, lo que de hecho ocurre en las novelas de picara es una suspensión de la verosimilitud interna del obra, algo que sólo puede ser fatal para una novela basada en la imitación de la realidad. Es igualmente cierto, por supuesto, de algunas novelas menores relativas a picaros, pero en ellas no sentimos la marcada inverosimi- litud que tan intensamente debilita a las picaras en cuanto carácter Literario creible." (Rodriguez- Luis (1979). págs. 30-40. La traduccibn es mia).

No creo, sin embargo, que la inverosimilitud de la picaresca femenina venga motivada única- mente por la imposibilidad de los autores para inspirarse en un modelo real. De hecho, tan inverosimil como que una picara se casase con un capitán es que un pícaro como Pablos, hijo de un ladrón y de una hechicera, pensase seriamente que podia convertirse en caballero. Además, si los picaros se ganaban la vida sirviendo a un amo, ¿por qué ningún autor se propuso recrear la vida de una picara-fregona que con engaños mas o menos risueños intentara enriquecerse? ¿Por qué no hay arcones con panecillos prohibidos ni tarros de miel trucados en la novela picaresca femenina? ¿por qué las tretas han perdido toda su ingenuidad para trocarse en malignas artimañas de burla y venganza? ¿por qué ese afán de las picaras por alcanzar el triunfo a toda costa, cuando el Lazari- llo se conforma con su oficio de pregonero de vinos, Pablos afronta su mala suerte y se embarca hacia las Indias y Simplicius renuncia a las riquezas y vanidades mundanas para entregarse a la vida eremítica? Y en fin, ¿por qué tenemos que esperar a Moll Flanders para encontrar, no sólo verosimilitud-comoseñalaJulioRodríguez-Luis-, sinotambiénunamiradacomprensiva,huma- na y respetuosa por parte del autor?

Creo que estas preguntas no pueden responderse apelando únicamente a la distancia insalv- able entre ambición y medios.

5. Conclusiones: exageración y distorsión como estrategias de autodefensa.
El éxito de la pícara, impensable en el siglo XVII, refleja el temor de la colectividad masculi-

na al ascenso e independencia de la mujer. La picara no es sólo el esperpento moldeado por la mirada misógina del autor; es también la encarnación literaria de la mujer fatal del Barroco, el fmto malicioso de una obsesión oculta, el simbolo de una amenaza intuida. El tipo de mujer que ella representa (independiente, segura, rebelde, sensual y dominadora) traslada al mundo noveles- co la pesadilla intima del hombre barroco, atormentado por las crecientes muestras de incon- formismo femenino.

Desde fines del siglo XVI, la mujer habia comenzado a rebelarse contra las normas impuestas por la ideología dominante: encerramiento, castidad, silencio, obediencia y sumisión: programa de

vida más conventual que conyugal. La mujer no quiere envejecer entre las paredes de una casa. Le gusta pasear, bailar, cantar, divertirse, participar en las conversaciones, lucir hermosos vestidos y resaltar su belleza con afeites. Pretensiones tan desorbitadas ponen sobre aviso a la población mas- culina y desencadenan una corriente de pensamiento antifeminista que se expresa con acritud en literatura y que tiene su versión moralizante en la proliferación de libros de doctrina dirigidos a las mujeres.

La presión alienadora y tiránica de la sociedad barroca no es suficiente, sin embargo, para neu- tralizar la sensualidad de la mirada y el cuerpo femeninos; de ahí que el erotismo, tan presente en la picaresca femenina, sea contemplado ahora más que nunca como un arma peligrosa capaz de anular la voluntad del varón.

Es cierto que el sexo es un tema constante de la literatura e iconografia medievales. Recordemos, por ejemplo, el pasaje de las horas canónicas del Libro de buen amor de Juan Ruiz, manual en clave sagrada del m8s obsceno amor sexual. Pero si en la Edad Media estos desvios no atentaban contra la ordenación social (cada uno conocía su papel y se mantenía en su puesto), en el siglo XVII el sistema se está derrumbando y los hombres temen que la mujer aproveche la con- fusión y los dones naturales de su sexo para ascender en la escala social y desplazarlos de sus poderes de mando. Son interesantes en este sentido las siguientes palabras de Maravall:

"En las circunstancias de la época, en el miedo a la subversión del orden que promueve toda la crisis social del Barroco, se hace frecuente sostener que lo que la mujer pretende va mucho más allá: persigue utilizar sus atractivos, capaces de despertar pasiones irreprimibles en el hom- bre, al objeto de invertir el orden social y natural que atribuye a aquél el poder de dominación en la sociedad y particularmente en las relaciones de hombres y mujeres, contra lo cual se maquina hasta lograr trasferir a éstas el gobierno. Este es el gravísimo nudo de la cuestión, lo que enciende esa irritación de la misoginia barroca y hace enterrar a la mujer en un círculo de desconfianza, bien que en la época se halle en condiciones de saltárselo por lo menos ocasio- nalmente." (pág. 693)

Me parece esclarecedor y necesario poner en relación este temor de la población masculina a la inversión de los roles tradicionales con el personaje literario de la pícara, mujer independiente y liberada, capaz de triunfar y de engañar al hombre. La inverosimilitud no es una mera opción artística motivada por las escasas posibilidades creativas que ofrecía un relato ceñido a la realidad. La inverosimilitudes una consciente opción ideológica en una novela con proyección de futuro: una novela que se dirige a un lector cómplice y solidario para avisarle de lo que puede llegar a suceder si los hombres no controlan a tiempo a las indómitas mujeres. El resultado sería desatroso: un mundo donde el varón sería casi un muñeco y donde se multiplicarían las mujeres con el ímpetu de Coraje y de Justina; un mundo donde se harían realidad las seis cláusulas del contrato matrimonial de Springfield (cap. XV) y el "así se hará" amenazante de Coraje:

" ...Springfield... había de seguirme. ¿Qué cosa podría evitarlo? ¿Cuán maravillosa criatura marina habría tenido que ser?...Y así se hara mientras que otras mujeres de gran resolución como yo puedan hacer caer (no quiero decir empujar) en trampas semejantes a los calaveras de sus maridos (si tuviera que llamarlos de otra manera diría más bien "píos maridos"), puesto que hasta ahora no han suscrito en su matrimonio acuerdo alguno como el mío..." (pág. 162)

Evidentemente, estas picaras inventadas por los miedos ocultos de los varones nunca podrían alimentar las pretensiones de liberación de las doncellas barrocas. La razón es sencilla: eran pocas las mujeres que sabían leer y escribir, y éstas recibían una educación fuertemente ideologizada: libros

-

de moralidad y poesía cortés, novela rosa del XVII que narcotizaba las almas femeninas con enga- ñosos ensueños de amor y falsas promesas varoniles de eterna servidumbre: ficción de ficciones.

El publico de la novela picaresca femenina es exclusivamente masculino. Grimmelshausen se dirige expresamente a "recatados donceles, honestos viudos y hombres casados", que son -cómo dudarlo- victimasfácilesdelasnefastasmujeres.Resultaevidente,portanto,quelaspalabrasantes citadas de Coraje no han sido concebidas para promover la emancipación femenina (nada mas con- servador y reaccionario que estos relatos). Con el amenazante e incisivo parlamento que pone en

eseos de venganza;

la hipérbole y la parodia. Coraje es una caricatura; z propia. Resultaba imposible que el lector se iden-

la hilaridad y después, el desprecio y la cen-

qué fracasan los intentos matrimo- na mujer rica y noble para salir de medio posible: fingir lo que no se

ntrario, además de atentar contra

ntra ella. Se da por sentado que la traba dentro de las pautas de com-

comprender la peculiaridad lo, en el contraste existente

,a pesar de la ruindad de su entorno

Comparada con La pícara Justina y con La picara Coraje, M011 Flanders es, sin embargo, una ovela diferente, como también lo es el contexto social, económico, cultural e ideológico al que ertenece. En principio, el publico es más amplio. La alfabetización en la Inglaterra dieciochesca

isoginia persiste en la novela, pero muy suavizada. Descubrimos el tópico de la lascivia y debili-

dad femeninas en las constantes inculpaciones que Defoe pone en boca de la propia protagonista, que se confiesa culpable de la consumación del acto amoroso:

"Y entonces, como me tenia entre sus brazos, me besó tres o cuatro veces. Yo forcejeé para desasirme, pero lo hice débilmente, y él me abrazaba y siguió besándome hasta quedar casi sin aliento y entonces se sentó y me dijo: Querida Betty, estoy enamorado de vos." (pág. 26)

"...la verdad es que empezi, a mostrarse ardoroso conmigo. Tal vez me encontró un poco demasiado fácil, pues bien sabe Dios que no le opuse ninguna resistencia mientras sólo me tenia entre sus brazos y me besaba; la verdad es que estaba demasiado complacida con aquello para poder resistirle mucho." (pág. 27)

"...yo soy un buen ejemplo para todas las jdvenes en las que la vanidad prevalece sobre la vir- tud. Tanto el uno como el otro obrábamos del modo más estúpido que puede imaginarse. De haber obrado yo como debía, y de resistirle como exigen la virtud y la honra, aquel caballero, o bien hubiese desistido de sus intentos, viendo que no había motivo para esperar el éxito de sus propósitos, o bien me hubiera pedido en matrimonio de un modo honrado y formal." (pág. 30)

En cualquier caso, Defoe es comprensivo y respetuoso con la protagonista de su novela. Moll es la primera pícara que tiene voz propia; la primera picara que habla y siente como mujer. De ahí que el tono de muchos pasajes, de páginas enteras, sea sincero y conmovedor, sobre todo en aque 110s momentos en los que Moll analiza con dolor la marginación social de la mujer en su época. Ni López de Ubeda ni Grimmelshausen hubiesen permitido a sus pícaras hablar con esta franqueza:

"Y ahora a mi sólo me resta recordar a las damas lo mucho que ellas mismas se rebajan respecto al nivel medio de lo que es una esposa, que, y creo que al decir esto no soy parcial, es ya bastante bajo; decía que ellas mismas se rebajan respecto a este nivel medio, y ellas mismas preparan el camino de su propia humillación, resignándose de antemano a ser víctimas de los hombres, de lo cual confieso que no creo que exista ninguna necesidad." (pág. 83)

"... que los tiempos están tan corrompidos, y el sexo fuerte tan viciado, que, para decirlo en pocas palabras, el número de hombres con los que una mujer honesta debería tener trato, la ver- dad es que es escasisimo, y que es muy raro encontrar a un hombre que sea digno de que una mujer confie en él. (...)

Y en cuanto a las mujeres que..., impacientes por llegar a un estado más perfecto, deciden, como ellas mismas dicen, aceptar al primer llegado, que van al matrimonio igual que un caballo se precipita en medio del fragor de la batalla, a estas sólo puedo decirles una cosa: que son muje res que necesitan que se ruegue por ellas como se hace por las demás personas perturbadas (...).

Yo desearía que las de mi sexo se condujeran con un poco más de sensatez en estas cosas ya que a mi entender éste es un problema que en nuestros tiempos nos afecta más que ningún otro; no es más que falta de valor, el miedo a no casarse ni mal ni bien, y el miedo a convertirse en uno de estos tristísimos personajes que se llaman solteronas, (...). Quien se une a un mal mari- do siempre se casa demasiado pronto, y nunca se casa demasiado tarde quien se une a un buen esposo." (págs. 84-85)

Recordemos finalmente la triste reflexión de Moll ante la ruin estrategia urdida por el her- mano mayor de los Colchester para eludir sus promesas de matrimonio:

"Así es ciertamente como el egoismo atropella todo genero de afectos, y asi es como los hom- bres tienden a obrar naturalmente, olvidando el honor y la justicia, la humanidad e incluso su condición de cristianos, para defender su tranquilidad." (pág. 65)

Moll no es un esperpento ni una caricatura: es una mujer auténtica, con miedos, dudas, proble mas y sueños. Moll siente como nunca lo hicieron las otras. Sus engaños no son burlas crueles, hirientes ni arbitrarias como las que emprendian Justina y Coraje para mofarse de los demás hom- bres. Ellas jamás sintieron remordimientos; Moll, si:

"Yo me volví de espaldas, porque también en mis ojos habia lágrimas, y le pedi licencia para retirarme un poco a mi alcoba. Si alguna vez he sentido algo de verdadero remordimiento por mi vida viciosa y abominable de mis últimos veinticuatro años, fue entonces. ¡Qué felices son los hombres -me dije a mi misma- al no poder leer en los corazones de los demás! ¡Qué felicidad la mia si en un principio me hubiera casado con un hombre tan honrado y afectuoso!" (pág. 202)

Tampoco el sexo recibe el mismo tratamiento. En las novelas del XVII, erotismo y prostitución son sinónimos. Con Moll Flanders se dignifica el sexo vinculándolo por vez primera al amor:

"El perderle como amante no me afligía tanto como perderle a él mismo, pues la verdad es que le amaba hasta la locura: y el perder todas mis ilusiones sobre las que había edificado mis esperanzas de que un dia llegaría a ser mi esposo." (pág. 47)

También se refiere al ingrato Colchester cuando confiesa: "...la verdad es que lo amaba hasta un extremo dificil de imaginar" (pág. 63). El caballero de Lancaster fue su segundo y último gran amor. Cuando él se ve obligado a abandonar Londres, Moll cae en un estado de histerismo y desesperación:

"Oh, Jemmy! -decía-, ¡vuelve, vuelve! Te daré todo lo que tengo; mendigaré, pasaré hambre a tu lado. Y así iba de un lado a otro de la estancia, como loca, y luego me sentaba, y volvía a andar por la habitación, llamándole y diciéndole que volviera, y luego echándome a llorar de nuevo; y así pasé toda la tarde... cuando, ante mi indecible sorpresa él regreso... empecé a debatir conmigo misma si debía alegrarme o entristecerme; pero mi amor se sobrepuso a todo lo demás y no me fue posible ocultar mi alegría, que era demasiado grande para expresarse con risas, y rompí a llorar." (pág. 172)

En la Inglaterra del siglo XVIII el matrimonio seguía siendo el único estado aceptable para una mujer honesta y el único medio que tenia una doncella pobre para escapar de la miseria. Pero ¿qué habría ocurrido si el hermano menor de los Colchester no hubiese estado ebrio en la noche de bodas? Defoe, consciente de la injusta marginación femenina, deja que Moll exprese su queja ante la inexorabilidad de un destino dirigido por los hombres y confabulado contra ella:

"...cuando una mujer queda así desamparada y sin nadie que la aconseje, es como una bolsa de monedas o una joya perdida en medio de un camino, que será para el primero que pase por allí; si la suerte hace que quien la encuentre sea un hombre virtuoso y de rectos principios, hará avisar y quizá su dueño pueda recuperarla; ¡pero cuántas veces ocurrirá que la encontrará quien no tendrá el menor escrúpulo en quedársela. en vez de ir a parar en buenas manos!

Evidentemente, éste era mi caso... . Quería conseguir una situación estable en la vida, y de haber tropezado con un buen esposo, con un hombre digno, hubiese sido para 61 una esposa tan fiel y abnegada como puede serlo un modelo de virtud, pero en mi situación el vicio llamaba siempre a la puerta de la necesidad...."(pág. 144)

En cualquier caso, Defoe permite a Moll que rehaga su vida en Virginia mientras que Grim- melshausen abandona a Coraje en una tribu de gitanos y López de Úbeda se ríe de su propio per- sonaje obligándole a que se resigne con una pobrísima hidalguía.

Indudablemente, la evolución de la sociedad europea favorecia la aparición de una picaresca más verosimil y menos anti-feminista.En una sociedad como la protestante, que valoraba el esfuer- zo personal y hacía de la competitividad una fuente legitima de riqueza, la mujer, aun siendo de bajo origen, tenia muchas más posibilidades reales de medro. No es menos cierto, sin embargo, que la actitud abierta y comprensiva de Defoe está detrás de la humanidad y autenticidad de Moll y que nada le hubiera impedido dar un final de castigo a su novela: Moll encarcelada o definitiva- mente condenada a la prostitución. Pero no lo deseaba. No es la suya una mirada distorsionadora

y censoria. Defoe no es un manipulador burlón como Úbeda ni un inquisidor como Grim- melshausen, que convierte a Simplicius en un santo y a Coraje, en la mas lasciva de las picaras.

En M011 Flanders la mirada ha cambiado porque también la sociedad dieciochesca ha suaviza- do la misoginia heredada del Barroco. Estamos comenzando el Siglo de las Luces. Inglaterra aca- ba de estrenar el primer sistema parlamentario de Europa y Francia no tardara en proponer la división de poderes. Pronto se divulgaran las ideas de igualdad de Rousseau y el Tratado de la tole- rancia de Voltaire. La Ilustración reivindica el poder liberador del conocimiento, descubre la bon- dad natural del hombre tras siglos y siglos de pecado original, apuesta por una sociedad fraternal e igualitaria y apoya una revolución contra el Antiguo Régimen. Cultura, ambición, afán de reno- vación, espíritu critico y altruismo son las caracteristicas del nuevo espíritu.

Este talante de comprensión y concordia tuvo que afectar también a la relación hombre-mujer. Al fin y al cabo, la misoginia medieval y barroca se había convertido en una especie de dogma- tismo que el hombre ilustrado no estaba dispuesto a aceptar sin someterlo a la criba de la razón analítica. Como resultado de esta nueva actitud, se produce una reinterpretación de la mujer, que deja de ser enemiga para convertirse en compañera. El futuro proyectado es un futuro de pareja. No hay Pablo sin Virginia.

EN RESUMEN, la evolución económica de la sociedad y, sobre todo, la perspectiva ideológi- cadelosautores-sujetos socialesehistóricos- imprimendiferenciasimportantesentrepicaresca masculina y femenina y entre picaresca femenina barroca y dieciochesca. Frente al realismo mor- alizante de las novelas de picaro, la picaresca femenina se caracteriza por su inverosimilitud y su marcadoantifeminismo.Novelaresmanipular.Elpersonaje-plano, monocordeycarentedeauten- ticidad- seconvierteenmarionetadelautor.

El estudio del tema del medio social pone de manifiesto la importancia del miedo al ascenso femenino en la intensificación de la misoginia durante los siglos XVI y XVII. El triunfo de las pícaras traslada a la literatura la preocupación masculina ante la posibilidad de un cambio en los roles tradicionales. Además de divertir y entretener, la novela picaresca femenina pretende avisar, prevenir y aconsejar a los lectores.

En el siglo XVIII, el progreso económico de la sociedad redunda en beneficio de la verosimil- itud del relato al tiempo que la evolución ideológica favorece una actitud más comprensiva y se desliga de los extremismos misóginos del siglo precedente. Disminuye la desconfianza del hombre hacia la mujer y el prejuicio de la bondad masculina frente a la congénita maldad femenina no es ya tan determinante. Como consecuencia, el relato gana en humanidad y la pícara, en compleji- dad psicológica. El autor, mucho más tolerante y comprensivo, se esforzara por construir un per- sonaje con voz propia.

Notas

.' Apartirdeahora.lascitaseindicacionesdepbginasremitensiemprealassiguientesediciones: -ALEMANM,ateo,GuzmándeAlfamche,edici6n.introducci6ny notasdeFranciscoRico.Planeta,Barcelona,1983.
- L ~ P EDZE ÚBEDAF,rancisco. La picam Jusiina. ed. Ram6n Sopena, S.A., Barcelona, 1981. -GRIMMELSHAUHS.JE.NC,h.,Lapícam Comje,ed.Jod Manuel Gondez.Cátedra.Madrid. 1992.
- DEFOED, aniel. Moll Flanders. ed. Carlos Pujol. Cátedra 11, Madrid, 1981.
De hecho, tal
y como sellala Dominguez Ortiz, es caracteristicodel espiritu espallol. frente al resto de Europa, una cier- ta desmesura en la defensa de la propia dignidad personal: "desmesuraque llev6 a los extranjeros a considerar el orgu- llo como un rasgo caracteristico de nuestro pueblo. comentándolo con indignación o con sorna: 'los españoles tienen

en todas sus acciones un no sé qué de altivo y de magnífico, -escribía Fulvio Testi-. Hasta para celebrar la misa usan hostias dobles de grandes que en Italia." Los españoles también estaban de acuerdo en que 6ste era un rasgo del ca- racter nacional, sobre todo (y esto era una diferencia con el resto de Europa) en cuanto era extensivo a todas las capas sociales, incluso las mhs humildes."

A esta extensión del orgullo personal en el pueblo llano (incluso picaros y celestinastenian honra) contribuyó la per. vivencia en la Edad Moderna de los estatutos de limpieza de sangre. Comenta el citado autor:

"De aquí resultaba una situación muy compleja y confusa que sorprendía a los observadoresextranjeros; la sociedad hispana parecia muy jerarquizada y a la vez muy igualitaria puesto que al ser el honor patrimonio común las demás dis- tinciones resultaban accidentales. "Entre tos españoles no hay plebe; todos nacen con bimos grandes". escribía un autor de fines del sigloXVI1.Y Saavedra Fajardo, con su conocimiento directo de otras naciones, sefialabatambién esta característicadenuestropueblo:'El espiritualtivoyglorioso(aunenlagenteplebeya)nosequietaconelestadoque le sehaló la Naturaleza y aspira a los grados de nobleza, desestimando aqueUas ocupaciones que son opuestas a ella; desorden que también proviene de no estar como en Alemania. más distintos y sehalados los confines de la nobleza." Enrealidad,esoslimitessiestabanbienclaros'en teona";eranoblequiennacianoble;nisiquieralavoluntadrealpodia otorgar más que una nobleza de segundo orden, una "nobleza de privilegio". Lo que ocurría es que habia un gran dinamismo social, unas circunstancias que facilitaban la capilaridad social y unos recursos excepcionales que no se daban mhs que en España: los estatutos de limpieza, producto de la mezcla de razas y religiones que tuvo lugar en la Edad Media y que dejó hondas huellas en la Moderna; con frecuencia los villanos se desquitaban del orgullo y los privi- legios de los hidalgos recordhndoles que eran limpios de sangre como ellos, y a veces más que ellos. Era 6ste un fen& meno tipicamente español; en todas partes se hacian pruebas de nobleza; también era general la aversión a los oficios "viles y mechnicos" y al pequeño comercio, pero d l o en España se hacían pruebas de limpieza de sangre que afectaban a todas las clases sociales, e incluso en mayor grado a las elevadas". (Dominguez Ortiz. 'La sociedad española en el siglo N I " . en Menéndez Pidal ( 1990). Tomo XVIII. phg. 397-398).

Las pragmáticas son igualmente una buena prueba del poder que tenia el dinero para ascender en la escala social:
" Si las pragmáticas sobre porte de vestidos servian para separar la clase baja de la media, las referentes a los coches discriminaban la media d e la alta ... La pragmática de 1684, reiterada en 1723, vedaba su uso a los alguaciles. escriba- nos. notarios, procuradores. agentes de negocios, mercaderes, plateros, receptores, obligados, maestros y oficiales de gremios.
Disposicionesde este tenor respondían a la irritación que en los defensores del orden tradicional producia la subver- sión introducida en el mismo por la irrupción de las categonas crematisticas; era una de tantas manifestaciones defen- sivas de la hidalguía frente a la burguesía; pero éste era un pleito perdido, porque la asimilación de los ricos, de cualquier procedencia que fueran, a los nobles era una tendencia irresistible. Lo dice claramente un defensor decidido de la tradi- ción, el inquisidor Escobar de Corro: "Por eso vemos que los ricos gozan de los mismos pribilegios que los nobles. no se les ahorca, no se les condena a penas infamantes. no se les somete a tormento..."(Domínguez Ortiz. 'La sociedad española en el siglo XVII", en Menéndez Pidal(1990), Tomo XVIII. Parte tercera. phgs. 401-402).
Para justificar este desbocado deseo de los plebeyos por convertirse en hidalgos basta repasar los numerosos privilegios de que gozaba el estado noble: inmunidad de tributos y de toda prestación personal o real (moneda forera, servicio ordi- nario, etc.) No podían ser atormentados. No sufrian penas afrentosas como la de awtes y galeras. No podian ser encar- celados por deudas. Debían tener prisión aparte. separada de la de los plebeyos. No se les podia embargar las armas, vesti- dos, caballos, lecho y casa. Las injurias que recibían estaban mas penadas. En caso de pena de muerte, no eran ahorca- dos sino decapitados. En cuanto a dotes y contratos, también tenían algunas preferencias reconocidas por la ley; de ahí quealcanzasenelmonopoliodeloscargospúblicosmasfnictuosos.(TomadodeDominguezOrtiz.(1964)p&s. 188-189). Maravall, Jose Antonio,
La litemtum picaresca desde la historia social, ed. Taurus. Madrid. 1986. cap. VIII, phg. 366. Como veremos, la característica apuntada por Maravail (novela picaresca = novela de la frustraci6n del medro) es una de esas característicasno aplicables a las novelas protagonizadas por mujeres.
"La mujer que tiene honra y vergiienza no ha de hablar ni pensar en casarse, si no es cuando, y con quien sus padres fuere bien visto." Es la opinión del teólogo jesuita Francisco Escrivá (y de todos los moralistas de la epoca) en
Discur-

sos de los estados, de las obligaciones particulares del estado. y ofieo, según las cuales ha de ser cada uno particularmente juzgado, Valencia, 1613, pág. 110. Citado por Mariló Vigil (1986).
Moll corrobora asi las palabras de la hija de los Colchester, que. refiriéndose a ella, habia dicho:

"A Betty (Moll) sólo le falta una cosa, pero para el caso como si le faltara todo, porque en estos tiempos a nuestro sexo no se le concede valor; y si una joven posee belleza y es de buena familia, tiene buena crianza, ingenio, buen juicio, buenas maneras, modestia, y todo ello en grado extremo, si no tiene dinero no es nadie, es como si le fal- tara todo, porque hoy en día lo único que se aprecia en una mujer es el dinero: son los hombres los que tienen todas las bazas en la mano." (pag. 24)

Guevara, Antonio de, Reloj de príncipes, citado por Mariló Vigil ( 1986),cap. V.

Ambos refranes son recogidos por Correas en su Yocabularioy citados por Antonio Rey Hazas (1983), de donde tomo la referencia.

lo Con esta cláusula. Coraje revela su adhesion a una práctica. la del matrimonioclandestino, muy extendida,al parecer, por toda la Europa occidental, especialmenteen las zonas rurales. Espaaa no fue una excepción, como pone de mani- fiesto Antonio Dominguez Ruiz en "La mujer. La sexualidad. La familia":

"Es en este ámbito popularista donde intentó mantenerse, a pesar de la prohibición del Concilio de Trento, el matri- monio clandeslino. apelación peyorativa que se atribuyó al matrimonio sin asistencia del parroco, de muy antigua tradición; en él se apreciaba la virginidad de la mujer, pero sin llegar a la tragedia. Laficilidad de las gallegas era prcF ducto de una cultura agraria distinta de la muy urbana. teologizada y caballeresca Castilla. escenario obligado de los dramas de Calderón. Pero el hecho de la prohibición de que los novios, los desposados, cohabiten antes de recibir el sacramento se repita en las constituciones sinodales de todas las partes de España indica que esta muy antigua cos- tumbre seguía teniendo vigencia entre las clases populares de todas las regiones.

Dicha costumbre mereceria un detenido estudio; no se puede explicar meramente por liviandad; algo influiría el temor a la ligadura (impotenria coeundi). maleficio que impedía a los recién casados consumar el matrimonio. Sin embargo, hay otra explicación más general: la convicción de que los desposorios. las palabras de presente y aun la simple prome sa verbal o escrita, constituian ya, si no un matrimonio completo, si un matrimonio incoado, un compromiso formal que autorizaba la vida en común; las bendiciones serían entonces la perfección, la ratificación de una situación legal ya existente. Citaremos s610 dos ejemplos. uno del norte y otro del sur de Espana para mostrar su universalidad: las cons- tituciones sinodalesde Pamplona del año 1591 dicen (pág. 129): 'Hay muchos que sin haber recibido las bendiciones nupciales cohabitan juntos como marido y mujer. contra lo dispuesto por el Concilio de Trento...Por tanto ordenamos que ningunas personas después de ser desposadas no cohabiten sin ser veladas y sin haber recibido las bendiciones de la Iglesia so pena de tres ducados." Casi un siglo después, en 1671, las constitucionesde Málaga (folio 108) declaran corruptela aún no totalmente extirpada. que los concertados de casar (que llaman otorgados) entran en casa de las novias y comunican carnalmente con ellas."

La decadenciade esta costumbrees paralela a la de los propios desposorios. fenómeno europeo. Chaunu se ha referi- do al paulatino eclipse de esta institución, tal y como puede seguirse a través de los registros parroquiales. Al llegar el siglo XVIII, casi ningún phrroco anota ya los desposorios como ceremonia distinta del matrimonio propiamente dicho." (Dominguez Ortiz, La mujer, la sexualidad, la familia", en Menéndez Pida1 (1990), Parte tercera. pág. 412).

l1 Con razón podemos decir. por tanto, utilizando las palabras que Cervantes pone en boca de Berganza en El coloquio de los perros, que Justina y Coraje eran 'dos mujercillas, no de poco mas o menos, sino de menos en todo; verdad que tenían algo de buenas caras, pero mucho de desenfado y de taimería putesca. (...) Vestianse de suerte que por la pinta descubrían la figura. y a tiro de arcabuz mostraban ser damas de la vida libre." Cervantes (1981). pág. 324.

ALEMÁN, Mateo, Guzman de Alfomche, edición, introduccióny notas de Francisco Rico, ed. Planeta, Barcelona, 1983. BATAILLON, Marcel, Pícarosy picaresca: La picara Justina, Taurus, Madrid. 1969.
BLANCO AGUINAGA. Carlos, "Picaresca española, picaresca inglesa: sobre las

determinacionesdel género", Edad de Om, 11(1983). págs. 49-65.
CASTILLEJO, Cristóbal de,
Diálogo de mujeres, Castalia, Madrid. 1986. Edición de Rogelio Reyes Cano. CERVANTES, Miguel de. Nowlai tjemplares, Catedra 11, Madrid, 1981.
DEFOE, Daniel.
Moll Flandem, ed. Carlos Pujol, Planeta, Barcelona, 1981.
GRIMMELSHAUSEN, H. J. Ch., La
picara Coraje, ed. Jost Manuel GonzAlez, Cátedra. Madrid, 1992. GUILLÉN,Claudio,"TowardadefmitionofthePicaresque",Literatureasasystem:EssaysbwanitheTheoryo/ Literory

History. Princeton University Press, Princeton, 1971. HANRAHAN.Thomas,Lamujerenlanovelapicarescaespañola,ed.JoséPornia'hanzas. Madrid,1967.
LEITES. Edmund,Lainvención
de la mujer casta, SigloXXI, Madrid, 1990.
LÓPEZ DE ÚBEDA, Francisco,Lapícara
Justina, ed. Ramón Sopena. S.A.. Barcelona, 1981 (publicado como anónimo). MARAVALL, José Antonio, La cultura del Barroco, Ariel. Barcelona. 1975.
MARAVALL, José Antonio, La
literatura picaresca desde [a historia social, Taurus. Madrid. 1986. MENÉNDEZPIDAL,Ramón,HistoriadeEspaña.LacrisisdelsigloXVIL Lapoblación,laeconomia,lasociedad,tomoXVIII,

Espasa-Calpe. S.A., Madrid, 1990, 2*edición.
MOLHO. Maurice,
Introdución a l pensamiento picaresco, Anaya, Salamanca, 1972.
PARKERAlexanderA.,
Losp(camsenlaliteratura.Lanowlapicarescaen&uñay Eumpa, 1599-1753,Gredos,Madrid, 1971. QUEVEDO, Francisco de, Historia de la vida del buscón llamado don Pablos, Cátedra, Madrid, 1983. REYHAZAS,Antonio,'La complejafazdeunapicara:haciaunainterpretacióndeLapicaraJustina",RevistadeLireratu-

ra no 90 íjulicdiciembre. 1983).

RICO,Francisco,Lanowia picarescay eipunro de vista,Seix-Barral.Barcelona, I~~~.RODR~GUEZLJUuIliSo,"Picaras: the Modal Approach to the Picaresque". Compamriw Liremrure (Winter, 1979).

VIGIL, María Dolores, La vida de las mujeres en los siglos m -m II,Siglo XX,Madrid, 1989.
WICKS, Ulrich, "The Nature of Picaresque Narrative: A Modal Approach". PMLA, 89, no 2 (1974), págs. 240249. WICKS, Ulrich. Picaresque Narrative. Picaresque Fictions. A Theory and Research Guide, New York: Greenwood Press, 1989.

zENOMRZNISTVO AL1 STRAH V SENSKEPMIKARESKNEM ROMANU

Zenski pikareskni roman je iivel vedno v senci pikaresknega romana, v katerem so glavni junaki moSki (od Lazartka s Tormesa do Gnmmelshausenovega SimpliciusSimplicissimus). Glavne znaCilnosti potepuSkega romana so jasno doloEene z romanom Guzmán de Alfarache avtorja Matea Alemána. Vendar Stevilne znatil- nosti moikega pikaresknega romana niso uporabne, vsaj v absolutnem pomenu, v ienskem pikaresknem romanu.

Junakinjeklateii imajo dolocene posebnosti tako zaradi samega spoia kot zaradi oddaljenosti med avtor- jem in avtobiografskim pripovedovalcem. Glavne junakinje se morajo tako prilagoditi strogi patriarhalni druibeni ureditvi; prav tako pa se razkorak med avtorjem in pripovedovalko spremeni v ideoloSko obarvano manipulacijo besedila.

Avtorica v Elanku obravnava naslednja besedila: La Picam Justina (Francisco López de Ubeda, 1605),La Pícam Coraje (H. J. Ch. von Grimmelshausen, 1670) in Moll Flanders (Daniel Defoe, 1722). V njih si junaki- nje ielijo boljSega druibenega poloiaja, ki ga v rornanih tudi doseiejo. Vendar gre le za fikcijo in ne za odsev stvarnosti, v kateri v tistern obdobju prevladuje izrazito ienomrzniitvo.