lunes, 25 de abril de 2011

"Cuerno y marfil" de Enrique Anderson Imbert

Este fantástico cuento del escritor, ensayista y profesor universitario argentino trata con una genial singularidad esta idea sobre los sueños que ya estaba, como bien dice el texto, en Homero, pero que fue Virgilio en el libro VI de su Eneida (vv. 892-896) quien puso los conocidos nombres a las célebres puertas, concretamente al final del relato del descenso de Eneas al mundo de los muertos.

Después, Artemidoro, Macrobio, Santo Tomás de Aquino y muchos otros autores posteriores trataron esta idea de la visión, un género literario con fin moral, religioso o escatológico.

Esta tradición de la visio me hace pensar en la idea de no retorno.

Volviendo a Imbert, de su admirable trayectoria en el plano académico (Universidad de Tucumú, de Columbia, de Harvard...) y en artístico (director de la sección literaria de La Vanguardia, colaborador en otros periódicos, candidato al premio Cervantes...), voy a mencionar, no obstante, una teoría que tuvo sobre un genial escritor: junto a Pedro Orgambide y Raúl Scalabrini, pronosticó que Borges tendría un merecido futuro oscuro.

El cuento:

Penélope le dice a Odiseo:
-Hay dos puertas para los sueños: una, construida de cuerno; otra, de marfil. Los que vienen por la de marfil nos engañan; los que vienen por la de cuerno nos anuncian verdades.
En Homero (Odisea, XIX) esas puertas eran alegóricas: no existían sino como imágenes de ideas. Ahora sabemos que existieron de verdad. El periódico de hoy trae la noticia de que el arqueólogo Michael Ventris, en las excavaciones de Knossos, acaba de encontrar dos enormes puertas labradas, una sobre un solo cuerno y la otra sobre un solo colmillo. Interrogado por un periodista, Ventris ha dicho que su impresión, más que de asombro, es de horror, al pensar, en vista de ese cuerno, de ese colmillo, en el tamaño que debieron de haber tenido los rinocerontes y elefantes pre-homéricos.


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