martes, 16 de agosto de 2011

Contexto histórico-cultural del renacimiento

El llamado siglo de oro de la literatura en lengua castellana es un periodo que abarca desde el reinado de Carlos I, rey de España en 1517, hasta la muerte de Calderón de la Barca, en 1681. Dentro de este periodo pueden distinguirse dos movimientos culturales, artísticos y literarios, de los cuales cada uno se desarrolló en una centuria distinta:
-El renacimiento (s. XVI).
-El barroco (s. XVII).
El renacimiento es uno de los movimientos de mayor prestigio en todas las épocas. La palabra renacimiento procede de “renacer”, “volver a nacer”; es la resurrección de la cultura grecolatina, olvidada o desatendida durante la edad media. No es sólo un movimiento literario o artístico sino una concepción completa de la vida, del mundo y del hombre. Lo que aflora en el renacimiento es un cambio profundo y una expansión de la vida en todos los aspectos, una voluntad dinámica frente a la concepción estática medieval.
Sin embargo, el renacimiento no surgió en todos los países al mismo tiempo ni tuvo los mismos caracteres ni igual implantación. En el caso de España, el espíritu renacentista no se impuso hasta el reinado de Carlos I, (1517-1556), a pesar de que durante el siglo XV se habían producido un conjunto de cambios en la mentalidad y en la cultura que tuvieron reflejo en la literatura.
El renacimiento español tuvo dos fases bien diferenciadas:
a) Una fase de apertura, que se corresponde con el reinado de Carlos I, en el que la cultura española sintoniza con la europea:
-Apertura hacia nuevas tierras, que dan lugar a descubrimientos geográficos.
-Apertura hacia el pasado, que se manifiesta en la valoración del pensamiento grecolatino y en la consiguiente vuelta a la naturaleza.
-Apertura hacia nuevas formas de espiritualidad, procedentes de Europa, que se manifiestan en la aceptación de las ideas del humanista holandés, Erasmo de Rotterdam, tanto en religión como en literatura.
-Apertura hacia nuevas formas literarias que proceden de Italia
b) Una fase de hermetismo, que se desarrolla en el reinado de Felipe II, en el que España se vuelve sobre sí misma cerrándose a toda influencia exterior, manteniendo un hermetismo oficial a raíz del Concilio de Trento, cuando España se erige en defensora de los dogmas católicos. A partir de ese momento se desarrollan en literatura las tendencias nacionales, cuyos máximos exponentes son el resurgir de la épica, la aparición de la novela picaresca y el desarrollo de una literatura religiosa, que culminó en la mística.
La expansión política. El renacimiento fue la época de formación de los grandes estados nacionales. La monarquía absoluta se impuso como forma de gobierno. El reinado de Carlos I estuvo dominado por la idea del monarca de crear un estado universal. Así se sostuvieron diversas guerras en Europa, pero ello provocó un desgaste financiero y humano que impidió el normal desarrollo económico de la península y sentó las bases de la decadencia española. Con Felipe II se agudizó la crisis financiera y el rey tuvo que declarar por tres veces la bancarrota.
La organización social. La sociedad renacentista mantuvo la división medieval en tres estamentos, pero esta división no fue tan rígida y se introdujeron además distinciones de carácter económico. Dentro del estamento de la nobleza se distinguían entre: grandes, títulos, caballeros e hidalgos, según las cuantías de sus rentas; en literatura hay numerosos casos de hidalgos empobrecidos que, aún así, conservan los privilegios propios de su estamento: D. Quijote o el escudero de El Lazarillo son algunos ejemplos. La expulsión de los judíos en 1492 creó una segunda diferenciación social: frente a los conversos o cristianos nuevos (judíos convertidos al cristianismo) se afirmó el sentimiento del cristiano viejo (cristiano que carecía de antecedentes judíos o musulmanes). Este sentimiento tuvo tal importancia que muchos gremios exigían a sus afiliados demostrar su limpieza de sangre. Autores como Fernando de Rojas, Fray Luis de León, Santa Teresa, Mateo Alemán, tuvieron antecedentes judíos, lo cual influyó en su concepción del mundo y en su producción literaria.
La cultura. La cultura renacentista siguió marcada por la huella que imprimieron los humanistas, así que continuaron los estudios clásicos, sobre todo en la primera mitad de S. XVI. La generalización de la imprenta inventada a mediados de este siglo, procuró a estos estudios una difusión inconcebible en épocas anteriores; por ejemplo El Lazarillo se publicó a la vez en Burgos, Alcalá y Amberes.
HUMANISMO
El nuevo concepto del hombre y del mundo recibe el nombre de Humanismo y su rasgo fundamental es el individualismo, por el cual el YO tiende a situarse en el centro de todo sistema de relaciones con Dios, con el mundo y con los demás hombres. La experiencia personal se convierte en la máxima autoridad.
En la ciencia se apela a la razón y a la experiencia personal en contra del argumento de autoridad.
En economía rige el individualismo de la libre concurrencia.
Otras manifestaciones de este individualismo fueron el régimen absoluto de la propiedad privada y el de “salario” en las relaciones de trabajo.
En literatura adquiere enorme importancia la narración en 1ª persona, sin olvidar la afición de los humanistas a la literatura epistolar como una forma de la exaltación de la personalidad.
El poeta renacentista siente y vive su propia intimidad y habla libremente de sí mismo, analizando sus sentimientos detenidamente, aunque la concepción literaria del momento le lleva a la imitación de los modelos clásicos con lo que su intimidad queda disfrazada por la ficción pastoril o por otras formas retóricas.
En cuanto a la formación humanista diremos que tuvo importancia el resurgimiento de los estudios clásicos como sistema educativo.
El Cardenal Cisneros es el gran mecenas del Humanismo. La universidad de Alcalá de Henares fue muy pronto rival de la de Salamanca y daba especial importancia a las lenguas y a las literaturas clásicas.
El ideal humanista propone como fundamento de toda educación la expresión correcta y la comprensión de los clásicos.

MANIERISMO
Tendencia artística que empezó durante el siglo XVI (1520) y que se desarrolló hasta mediados del XVII. Se originó en Italia y se propagó por Europa y América latina.
Se designa con este nombre a un estilo original y completo que no debía confundirse con la última etapa del Rto porque su desarrollo está ampliamente en contradicción con él.
Aparece como un arte volcado hacia el irrealismo. Nació y se desarrolló en tiempos de inquietud; la autoridad de la iglesia se ponía en duda, no tanto por el humanismo del Rto, como por el espíritu de la Reforma. El equilibrio, la medida, la serenidad del Rto, ya no bastaban; el arte se convirtió en una especie de refugio, pero se separó del hombre y de la naturaleza, se hizo resueltamente artificial.
Rasgos:
Arte rozando la caricatura, gusto por lo extraño, lo anormal, incluso lo monstruoso. El canon del cuerpo humano se alteró: alargamiento longitudinal, hipertrofia de las caderas y de los muslos, empequeñecimiento de la cabeza.
El manierismo fue el arte de esta sociedad inestable y desorientada, que saboreaba los vértigos del desatino, arte de corte aguijoneada por el capricho del príncipe y las emulaciones de una vida de fiesta y de apariencias.
Principalmente fue en la pintura donde el manierismo alcanzó su paroxismo y mostró mejor sus encantos, aunque existe también una arquitectura y escultura manierista.
Conviene no olvidar el lenguaje ornamental que descubre unos efectos inéditos cultivando lo extraño y la fantasía, sacando recursos nuevos de los “grutescos” antiguos.

SITUACIÓN LINGÜÍSTICA EN EL S. XVI
Es la época de consolidación de lo clásico. Los grandes reajustes que se producen en el paso del S. XV al S. XVI se consolidan a lo largo de la centuria, de modo que la lengua queda fijada en el estado en que la conocieron nuestros grandes autores clásicos. De esta época proceden los actuales sonidos /z/ y /j/. Subsisten sin embargo algunas vacilaciones que afectan sobre todo al timbre de las vocales átonas: aleviar/aliviar, cobrir/cubrir. Teresa de Jesús escribe: sepoltura, siguro, cerimonia.
Lo mismo ocurría en el caso de los grupos consonánticos, se dudaba entre: sinifique/signifique, acetar/aceptar, tradutor/traductor, coluna/columna.
Un fenómeno muy característico del español del S. XVI fue la introducción de numerosos italianismos, sobre todo en literatura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario