lunes, 15 de agosto de 2011

Texto del Libro de buen amor: Aquí fabla de cómo todo omne entre los sus cuidados se deve alegrar e de la disputaçion que los griegos e los romanos en uino ovieron

Palabra es del sabio e dízela Catón,
Que omne a sus coidados, que tiene en coraçon,
entreponga plazeres e alegre razón,
que la mucha tristeza mucho pecado pon.

E porque de buen seso non puede omne reír,
avré algunas bulras aquí a enxerir:
cada que las oyeres non quieras comedir
salvo en la manera del trobar e dezir.

Entiende bien mis dichos e piensa la sentençia;
non me contesca contigo como al doctor de Grecia
con el ribal romano e su poca sabieçia,
quando demandó Roma a Grecia la çïençia.

Ansí fue que romanos las leyes non avién,
fuéronlas demandar a griegos que las tenién;
respondieron los griegos que non las meresçién
nin las podrian entender, pues que tan poco sabién.

Pero que si las querién para por ellas usar,
que ante les convenia con sus sabios disputar
por ver si las entendrién e las meresçian levar:
esta respuesta fermosa davan por se escusar.

Respondieron romanos que les plazia de grado:
para la disputaçión pusieron pleito firmado;
mas, porque non entendrién el lenguaje non usado,
que disputases por signos e señas de letrado.

Pusieron día sabido todos por contender;
fueron romanos en coita, non sabian qué se fazer
porque non eran letrados nin podrían entender
a los griegos doctores nin al su mucho saber.

Estando en su coita, dixo un çibdadano
que tomasen un ribaldo, un vellaco romano;
segund Dios le demostrase fazer señas con la mano
que tales las feziese: fueles consejo sano.

Fueron a un vellaco muy grand e muy ardid;
Dixiéronle: “Nós avemos con griegos nuestro conbit
para disputar por señas; lo que tú quisieres pit
e nós dártelo hemos; escúsanos d´esta lid”.

Vistiéronle muy ricos paños de grand valía,
como si fuese doctor en la filosofía;
subió en alta cáthreda, dixo con bavoquía:
“D´oy mais vengan los griegos con toda su porfía.”

Vino aý un griego, doctor muy esmerado,
escogido de griegos, entre todos loado;
sobió en otra cáthreda, todo el pueblo juntado,
e començó sus señas como era tractado.

Levantóse el griego, sosegado, de vagar,
e mostró sólo un dedo que está çerca del pulgar,
luego se assentó en ese mismo lugar;
levantóse el ribaldo, bravo, de malpagar.

Mostró luego tres dedos contra el griego tendidos:
el polgar con otros dos que con él son contenidos,
en manera de arpón los otros dos encogidos;
assentóse el neçio, catando sus vestidos.

Levantóse el griego, tendió la palma llana
e assentóse luego con su memoria sana;
levantóse el vellaco con fantasía vana,
mostró puño cerrado: de porfía avía gana.

A todos los de Grecia dixo el sabio griego:
“Mereçen los romanos las leys, non gelas niego.”
Levantáronse todos con paz e con sosiego;
grand onra ovo Roma por un vil andariego.

Preguntaron al griego qué fue lo que dixiera
por señas al romano e qué le respondiera.
Diz: “Yo dixe que es un Dios; el romano dixo que era
uno en tres personas, e tal señal feziera.

Yo dixe que era todo a la su voluntad;
respondió que en su poder tenié el mundo, e diz verdad.
Desque vi que entendién e creyén la Trinidad,
entendí que meresçién de leyes çertenidad.”

Preguntaron al vellaco quál fuera su antojo;
diz: “Díxome que co su dedo que me quebrantaria el ojo;
d´esto ove grand pesar e tomé grand enojo,
respondíle con saña, con ira e con cordojo

que yo le quebrantaría ante todas las gentes
con dos dedos los ojos, con el pulgar los dientes;
díxome luego após esto que le parase mientes,
que me daria grand palmada en los oídos retinientes.

Yo le respondí que l daría a él una tal puñada,
que en tienpo de su vida nunca la vies vengada;
desque vio que la pelea tenié mal aparejada,
dexóse de amenazar do non gelo preçian nada.”

Por esto diz´ la pastraña de la vieja ardida:
“Non ha mala palabra si non es a mal tenida”;
verás que bien es dicha si bien es entendida:
entiende bien mi libro e avrás dueña garrida.
[...]

Fuente: Juan Ruiz Arcipreste de Hita, Libro de buen amor, ed., Alberto Blecua, Madrid, Cátedra, 1996, pp. 21-26.

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