lunes, 22 de agosto de 2011

El humor en Luis Alberto de Cuenta

“No puede cabernos la menor duda de que la poesía de Luis Alberto de Cuenca no sería lo que es sin el decisivo ingrediente humorístico”

“El humor es uno de los ingredientes básicos de la poesía Luisa Bertiana de madurez”

(Javier Letrán, prologuista de la obra).

Con su nueva obra, Vamos a ser felices y otros poemas de humor y deshumor, Luis Alberto de Cuenca apuesta de lleno por el humor . La obra ha sido publicada por el Ayuntamiento de Lucena –localidad en la que se presentó el libro- y editada por la colección 4 estaciones que dirige Manuel Lara Cantizani. Se trata de una selección de los poemarios de Luis Alberto de Cuenca publicados a partir de 1985, momento en el que publica La caja de plata y empieza su poesía de madurez. Éste número de la serie, el catorce, es uno de los más ambiciosos por la repercusión y reconocimiento que supone un Premio Nacional de Poesía. No obstante, la colección cuenta con autores de la talla de Jesús Aguado, Aurora Luque o Jon Margarit.

Luis Alberto de Cuenca es sobradamente conocido, tanto por su faceta literaria como por su diversa actividad profesional. No obstante, en una mínima presentación debemos decir que nació en Madrid en 1950, que es secretario de Estado de Cultura desde el año 2000, que fue director de la Biblioteca Nacional y del Instituto de Filología del CSIC -del que ahora es profesor de investigación-, que es doctor en Filología Clásica y traductor de, entre otros muchos, Homero, Eurípides, Calímaco, Charles Nodier y Gerald de Nerval -labor ésta que le llevó en 1987 al Premio Nacional de Traducción por su versión del Cantar de Valtario. Asimismo, ha dirigido colecciones como Ámbitos Literarios, Selección de Lecturas Medievales o La Cabeza de Medusa. Se reconoce, incluso, su faceta de crítico cinematográfico.

En lo que respecta a su poesía ha destacado por su equilibrio entre erudición y creatividad, ya que consigue mezclar con acierto el conocimiento y la intuición, la tradición y la vanguardia. Posee una voz personal entre el clasicismo y la modernidad, lo cual no es nada fácil. Luis Alberto de Cuenta define a su propia escritura como una “poética transculturalista”, que se caracteriza por una buena combinación de ironía y elegancia, por su carácter escéptico -existencialista, incluso- mezclado con el desenfado y porque lo transcendental convive con lo cotidiano, de la misma manera que lo libresco se engarza con lo popular.

Luis Alberto de Cuenca ha ratififcado la herencia clásica de la poesía actual en numerosas ocasiones. Recientemente, en un curso de verano de Corduba titulado "La tradición clásica en la poesía española contemporánea" aludió a la gran cantidad de referencias clásicas de la lírica actual y a la relevancia que desde el punto de vista estético y personal tiene la tradición, tal como demuestra perfectamente en su propia obra. Para De Cuenca, los clásicos son nuestros contemporáneos y nos hablan de un mundo cercano al nuestro, por lo que es difícil desvincularlos de la realidad.

Su obra poética –al margen de las numerosas plaquettes- se compone de: Los retratos (1971), Elsinore (1972), Scholia (1978), Necrofilia (1983), La caja de plata (Premio de la Crítica, 1985), El otro sueño (1987), Poesía 1970-1989 (1990), El héroe y sus máscaras (1991), El hacha y la rosa (1993), Por fuertes y fronteras (1996), Los mundos y los días (1998), Sin miedo ni esperanza (2002) y Vamos a ser felices y otros poemas de humor y deshumor (2003).

Centrándonos en su última obra, hay que destacar en primer lugar la buena selección y el excelente prólogo a cargo de Javier Letrán. Éste hace un recorrido por el humor de Luis Alberto y establece unos criterios para clasificar la variedad del mismo, si bien, de una manera funcional, nada rígida. Así, habla, en primer lugar, de la relación entre humor y vida, en la cual el desamor funciona como activador del humor, a través del distanciamiento por parte del yo lírico. Javier Letrán lo define como una “función del humor como barricada desde la que resistir los envites del destino”. En segundo lugar, establece la dialéctica entre el humor y la poesía, donde aprovecha para reivindicar la revalorización del humor en el canon poético, del que parece estar excluido. A continuación, menciona las fuentes del humor de Luis Alberto, entre ellas: Campoamor, Manuel Machado, la poesía helenística -Euforión de Calcis, Calímaco de Cirene, Apolonio de Rodas- y la poesía romana -Catulo, Marcial y Ovidio de Sulmosa.

Nos parece muy interesante los cuatros humores que Letrán distingue en Luis Alberto de Cuenca: el amargo, el paródico, el amable y el absurdo.

El primero de ellos, se relaciona con el deshumor, se crea desde una situación desfavorable afectivamente. Los recursos, por tanto, que aparecen en este tipo de poemas son la ironía, el sarcasmo, la sátira, la invectiva, la antítesis o la paradoja. Es el caso de poemas como “En el supermercado”, “Remedia amoris”o “Vamos a ser felices” Un buen ejemplo son los siguientes versos de la “La mentirosa”: “¡Qué mal mientes, amor! Si no te gusto, / dímelo. Pensaré en un buen suicidio.”

El humor paródico es quizá el más desarrollado a lo largo de nuestra literatura, se trata de utilizar motivos, formas o textos de la tradición clásica y conseguir un efecto cómico a través de la degeneración paródica. Aquí caben todas las transformaciones burlescas de textos épicos como “Gudrúnarkvida” o “Teichoscopia”, la parodia de tópicos como en “Remedia amoris”· o en “Collige, virgo, rosas”; de géneros como se hace de la elegía fúnebre en “Isabel”; o de poemas como en “Bébetela”, transformando el poema de André Bretón “L´union libré”: “Dile cosas bonitas a tu novia: / “Tienes un cuerpo de reloj de arena / y un alma de película de Hawks.” [...] Y cuando se lo crea / y comience a licuarse entre tus brazos, / no dudes ni un segundo: / bébetela”.

El humor amable es el que se puede llamara “buen humor”, es el de la sonrisa benévola, el de las bromas incluso con uno mismo. Así, “El desayuno”, “DNA”, “El chapero” o “La Venus de Willendorf”, un símbolo que obsesiona a Luis Alberto de Cuenca y que comienza así: “Entre las chicas norteamericanas / que estudian español en la academia / de enfrente de tu casa, hay una gorda / que es igual que la Venus de tus sueños.”

Finalmente, el humor absurdo se relaciona con el surrealismo, con el pesimismo y el existencialismo. En ocasiones es una situación disparatada la crea el poema –“Sir Horace Walpole”- y a veces responden a un espíritu más crítico como en “La verdad” (“La verdad es que no sé qué es la verdad”) o “Homo homini lupus”.

Lo mejor de Luis Alberto de Cuenca es que la erudición que muestra cuando toca temas clásicos está sustentada desde la creatividad, es decir, que no es una estética vacía o retórica, sino que hay una evolución y reflexión sobre la materia de la que parte. Y si algo nos demuestra esta obra es que el humor es una forma estética de gran valor literario para plantear los problemas y conflictos de personajes como el que nos presenta Luis Alberto de Cuenca. Ésta nos parece una de esas obviedades que son necesarias recordar de vez en cuando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario