lunes, 22 de agosto de 2011

Texto: Tiempo de silencio, Luis Martín- Santos, 1962

Sonaba el te1éfono y he oído el timbre. He cogido el aparato. No me he enterado
bien. He dejado el teléfono. He dicho: “Amador”. Ha venido con sus gruesos labios y ha
cogido el teléfono. Yo miraba por el binocular y la preparación no parecía poder ser
entendida. He mirado otra vez:“Claro, cancerosa”. Pero, tras las mitosis, la mancha azul se
iba extinguiendo. “También se funden estas bombillas,Amador”. No; es que ha pisado el
cable. “¡Enchufa!”. Está hablando por teléfono. "¡ Amador!”. Tan gordo, tan sonriente.
Habla despacio, mira, me ve. "No hay más”. “Ya no hay más”. ¡ Se acabaron los ratones! El
retrato del hombre de la barba, frente a mí, que lo vio todo y que libró al pueblo ibero de su
inferioridad nativa ante la ciencia, escrutador e inmóvil, presidiendo la falta de cobayas. Su
sonrisa comprensiva y liberadora de la inferioridad explica - comprende- la falta de créditos.
Pueblo pobre, pueblo pobre. ¿Quién podrá nunca aspirar otra vez al galardón nórdico, a la
sonrisa del rey alto, a la dignificación, al buen pasar del sabio que en la península seca,
espera que fructifiquen los cerebros y los ríos? Las mitosis anormales, coaguladas en su
cristalito, inmóviles -ellas que son el sumo movimiento-. Amador, inmóvil primero,
reponiendo el teléfono, sonriendo, mirándome a mí, diciendo: “¡Se acabó!“. Pero con
sonrisa de merienda, con sonrisa gruesa. “Qué belfos, Amador”. La cepa MNA tan
prometedora. Suena otra vez el teléfono. Lo olvido. “¿Por qué se ríe, Amador? ¿De qué se
ríe usted?”. Sí, ya sé, ya. Se acabaron los ratones. Nunca, nunca, a pesar del hombre del
cuadro y de los ríos que se pierden en la mar. Hay posibilidad de construir unas presas que
detengan la carrera de las aguas. ¿Pero, y el espíritu libre. El venero de la inventiva. El
terebrante husmeador de la realidad viva con ceñido escalpelo que penetra en lo que se agita
y descubre allí algo que nunca vieron ojos no ibéricos....

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