martes, 16 de agosto de 2011

Segundo renacimiento


Ya, en la época de Felipe II aparece la figura de Fernando de Herrera, sevillano, (1534-1597) quien cantó a su amada, la condesa de Gelves, como Petrarca a Laura y Garcilaso a Elisa.
Encabeza Herrera la Escuela Sevillana: en ella se percibe una ornamentación mayor que en Garcilaso, una abundante exhibición de recursos estilísticos. Dicha escuela representa en España el manierismo, tendencia europea que se aleja del ideal de sencillez refinada que el renacimiento había impuesto en sus comienzos.
Contemporáneo de Herrera, pero castellano, es Fray Luis de León, que evita la temática amorosa de los petrarquistas, pero adopta sus formas para escribir su poesía de hondo valor religioso y moral.
Literatura religiosa, mística y ascética
Como resultado del impulso que el Cardenal Cisneros había dado al estudio de los escritores espirituales europeos a principios de siglo, aparece tardíamente en España una literatura ascética y mística.
*La ascética se ocupa de los esfuerzos que el espíritu debe realizar para alcanzar la perfección moral. Entre los escritores ascéticos destacó Fray Luis de Granada.
*La mística trata, en prosa o en verso, de los fenómenos, difícilmente describibles, que experimentan algunos justos (los místicos) al entrar el alma, por la oración, en contacto directo con Dios.
La ascética es una parte de la mística: todo místico debe ser asceta. Pero no todos los ascetas logran vivir experiencias místicas. Estas son un regalo de Dios a almas excepcionales.
Según los místicos, el alma, hasta llegar a la unión con Dios, pasa por tres fases o vías llamadas vías místicas:
-Vía purgativa: proceso duro y áspero en que el alma se desprende de las apetencias mundanas y se purifica.
-Vía iluminativa: Tras la purificación, viene una “luz” o un saber sobrenatural acerca de Dios y sus misterios
-Vía unitiva: El alma, arrebatada por Dios, se une o funde totalmente con Él; es el éxtasis o “matrimonio espiritual”; en el que se anulan todos los sentidos. El gozo que se produce es inefable; no puede describirse con palabras.

FUENTE: Departamento de Lengua Castellana y Literatura, IES La Jara.

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