martes, 23 de agosto de 2011

Fábula de Polifemo y Galatea

Fábula de Polifemo y Galatea,

Luis de Góngora y Argote.

CUESTIONES GENERALES:

-Poema más importante del barroco.

-Temas: el amor, la belleza, la muerte, los celos.

-Estructura de múltiples choques, de múltiples conflictos barrocos.

-Contrastes:

Vida / muerte

Belleza (Galatea) / monstruosidad (Polifemo): la bella y la bestia (Homero, Virgilio, Ovidio, Teócrito).

Complicación psicológica de Polifemo (dos contrarios en un solo sujeto): también en Marino (sonetos polifémicos y L`Adone), Stigliani y Carrillo. Góngora lo plantea como una serie de temas de amor hacia Galatea: el amor del monstruo, el amor de toda una isla y el amor de Acis (el único correspondido).

-Acumulación de recursos.

CONCEPTOS MITOLÓGICOS:

Ninfa: espíritu femenino de la naturaleza que acompañaba a los dioses.

Cíclope: ojo en frente.

Talía: musa de la comedia y de la poesía bucólica, divinidad rural, risueña (atributos: máscara y cayado de pastor).

Leteo o laguna Estigia: río de los infiernos, de aguas sucias; las almas tenían que cruzarlo (el perro guardaba la puerta).

ANÁLISIS DEL TEXTO:

I



Estas que me dictó rimas sonoras,



culta sí, aunque bucólica Talía,



¡oh excelso conde!, en las purpúreas horas



que es rosas la alba y rosicler el día,



ahora que de luz tu niebla doras,

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escucha, al son de la zampoña mía,



si ya los muros no te ven, de Huelva,



peinar el viento, fatigar la selva.

-»conde» … «tu niebla»... «Huelva»: Conde de Niebla.

-»purpúreas horas»: horas finales del día, en las que se aprecia el color púrpura o rojo violáceo.

-»rosicler»: alba, aurora.




II



Templado, pula en la maestra mano



el generoso pájaro su pluma,

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o tan mudo en la alcándara, que en vano



aun desmentir al cascabel presuma;



tascando haga el freno de oro, cano,



del caballo andaluz la ociosa espuma;



gima el lebrel en el cordón de seda,

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y al cuerno, al fin, la cítara suceda.

Comienzo muy musical, con el estruendo de la caza, de la trompa.

-Imágenes: el pájaro cetrero que se alisa la pluma con el pico, el caballo generoso que se revuelve y tasca y muerde el freno que le reprime, los lebreles atraillados que gimen pugnando por romper su atadura.




III



Treguas al ejercicio sean robusto,



ocio atento, silencio dulce, en cuanto



debajo escuchas de dosel augusto,



del músico jayán el fiero canto.

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Alterna con las Musas hoy el gusto;



que si la mía puede ofrecer tanto



clarín (y de la Fama no segundo),



tu nombre oirán los términos del mundo.

Tema de Polifemo




IV



Donde espumoso el mar sicilïano

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el pie argenta de plata al Lilibeo



(bóveda o de las fraguas de Vulcano,



o tumba de los huesos de Tifeo),



pálidas señas cenizoso un llano



-cuando no del sacrílego deseo-

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del duro oficio da. Allí una alta roca



mordaza es a una gruta de su boca.




V



Guarnición tosca de este escollo duro



troncos robustos son, a cuya greña



menos luz debe, menos aire puro

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la caverna profunda, que a la peña;



caliginoso lecho, el seno obscuro



ser de la negra noche nos lo enseña



infame turba de nocturnas aves,



gimiendo tristes y volando graves.

Comienza la descripción propiamente dicha de la caverna de Polifemo, y abarca esta estrofa y las siguientes.

VERSIÓN EN PROSA, DAMASO ALONSO:

«Unos troncos robustos sirven de defensa y tosca guarnición a el recio peñasco. A la greña o maraña intrincada de los árboles debe la caverna profunda aún menos luz del día y menos aire puro que a la peña que la abre (pues si mucha luz y aire quitala piedra, más quitan aún los árboles que están delante). Y que el seno oscuro y la cueva es lecho tenebroso de la noche más sombría nos lo indica una infame turba de aves nocturnas que allí gimen con tristeza y vuelan pesadamente.»

COMENTARIO:

Estrofa densa, barroca. En ésta lo monstruoso, lo negro, lo tétrico y de mal augurio están magistralmente acumulados para producir una sensación de oscuridad y horror. Estamos ante un paisaje nuevo. No es que el Renacimiento lo desconociera de un modo total, pero sí que no es característico de la época. Aquí estamos muy lejos de los paisajes de Garcilaso. Góngora nos presenta, para pintar el ambiente del feroz Polifemo lo lóbrego, lo enmarañado, lo inarmónico, lo del mal augurio, lo mostruoso. La descripción de la caverna de Polifemo, lo mismo en lo que toca a su oscuridad que a las aves de mal agüero que en su interior vuelan, tienen muchos antecedentes literarios.

En los vv. 3 y 4 se produce una hipérbole, pues por mucha luz que impidieran los árboles , más oscuridad daría la peña que taponaba la cueva.

En el verso 7 («infame turba de nocturnas aves») vemos que los dos acentos operan sobre «tur» (4º y 8º) en una perfecta bilateralidad fonética, que es correspondida con la bilateralidad gramática del siguiente verso («gimiendo tristes y volando graves»: gerundio + adjetivo). Acaba, pues, la octava real por un verso bimembre, que Góngora usó muchísimo y para fines especiales. Con frecuencia el bimenbre final resalta algo bello y armonioso. Aquí resalta la negrura y el horror.

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VI



De este, pues, formidable de la tierra



bostezo, el melancólico vacío



a Polifemo, horror de aquella sierra,



bárbara choza es, albergue umbrío



y redil espacioso donde encierra

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cuanto las cumbres ásperas cabrío,



de los montes, esconde: copia bella



que un silbo junta y un peñasco sella.




VII



Un monte era de miembros eminente



este que, de Neptuno hijo fiero,

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de un ojo ilustra el orbe de su frente,



émulo casi del mayor lucero;



cíclope, a quien el pino más valiente,



bastón, le obedecía, tan ligero,



y al grave peso junco tan delgado,

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que un día era bastón y otro cayado.

-»un monte...»: metáfora hiperbólica.

-«mayor lucero»: el sol. Quiere decir que el ojo de Polifemo parece el planeta sol.

-»valiente»: fuerte.




VIII



Negro el cabello, imitador undoso



de las obscuras aguas del Leteo,



al viento que lo peina proceloso,



vuela sin orden, pende sin aseo;

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un torrente es su barba impetüoso,



que (adusto hijo de este Pirineo)



su pecho inunda, o tarde, o mal, o en vano



surcada aun de los dedos de su mano.

Continúa la descripción de Polifemo:

VERSIÓN EN PROSA, DÁMASO ALONSO:

«El cabello negro, en lo undoso y lo oscuro, de las lóbregas aguas del río del olvido, pende sin aseo cuando no vuela desordenamente al soplo de los vientos huracanados. Su barba es un impuetuoso raudal que baja por la mole montañosa que es el gigante, como torrente nacido en el gran Pirineo (adusto por lo tosco y encrespado y adusto por venir del Pirineo, pues el nombre Pirineo se relacionaba tradicionalmente con una voz griega que significaba fuego. Así se despeña la barba torrencial de Polifemo llegando a inundar el pecho del cíclope, surcada, no por cepillo o peine, sino todo lo más (aunque pocas veces y mal y sin resultado) por los dedos del propio gigante.»

COMENTARIO:

Continuidad de la imagen con respecto a la estrofa anterior, en la que Polifemo había sido comparado a un monte: su cabello (negro, sucio, ondulado y largo) y su barba son ahora aquí como ondas de río y de torrente. El cabello es oscuro como las aguas del río Leteo (o laguna Estigia: río de los infiernos de aguas sucias que las almas tenían que cruzar), y la barba será ya un torrente nacido en el «monte» o hijo de él. Ese «torrente» (su barba es tan larga que parecía una cascada), continuando su descenso, llegará a «inundar» el pecho del gigante, sin que su curso sea «surcado» nada más que por la propia mano de Polifemo.

-adusto: etimológicamente, quemado.




IX



No la Trinacria en sus montañas, fiera

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armó de crüeldad, calzó de viento,



que redima feroz, salve ligera,



su piel manchada de colores ciento;



pellico es ya la que en los bosques era



mortal horror al que con paso lento

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los bueyes a su albergue reducía,



pisando la dudosa luz del día.




X



Cercado es (cuanto más capaz, más lleno)



de la fruta, el zurrón, casi abortada,



que el tardo otoño deja al blando seno

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de la piadosa hierba, encomendada;



la serba, a quien le da rugas el heno,



la pera, de quien fue cuna dorada



la rubia paja, y -pálida tutora-



la niega avara, y pródiga la dora.

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XI



Erizo es el zurrón, de la castaña,



y (entre el membrillo o verde o datilado)



de la manzana hipócrita, que engaña,



a lo pálido no, a lo arrebolado,



y, de la encina (honor de la montaña,

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que pabellón al siglo fue dorado)



el tributo, alimento, aunque grosero,



del mejor mundo, del candor primero.




XII



Cera y cáñamo unió (que no debiera)



cien cañas, cuyo bárbaro rüído,

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de más ecos que unió cáñamo y cera



albogues, duramente es repetido.



La selva se confunde, el mar se altera,



rompe Tritón su caracol torcido,



sordo huye el bajel a vela y remo;

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¡tal la música es de Polifemo!

Los dos últimos versos son una condensación de los espantos de su música (estruendo) y figura.




XIII



Ninfa, de Doris hija, la más bella



adora, que vio el reino de la espuma.



Galatea es su nombre, y dulce en ella



el terno Venus de sus Gracias suma.

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Son una y otra luminosa estrella



lucientes ojos de su blanca pluma;



si roca de cristal no es de Neptuno,



pavón de Venus es, cisne de Juno.

Contrasta con la octava anterior por su silencio breve, su dulzura, los colores claros, que irán creciendo en color.


Descripción de Galatea. Amor de Polifemo a Galatea.

Comienza la descripción de la ninfa:

VERSIÓN EN PROSA DE DÁMASO ALONSO:

«Adora Polifemo a una ninfa, hija de Doris, y la más bella que ha visto el reino marino de la espuma. Se llama Galatea, y en ella resume dulcemente Venus los encantos de sus tres gracias. Son sus ojos que fulguran sobre su piel tan blanca como la pluma del cisne. Reúne, pues, Galatea las características combinadas del pavón o pavo real (tiener ojos en la pluma) y del cisne (tener la pluma blanca), y como el pavón está consagrado a Juno y el cisne a Venus, podemos decir que es un pavón de Venus (pavón por los ojos; de Venus por ser blanca como el cine de Venus), o bien, cisne de Juno (cisne, por la blancura; de Juno, por los ojos de su pluma: cualidad del pavón de Juno); si ya no queremos llamarla roca o escollo cristalino de los mares de Neptuno».

COMENTARIO:

El arte barroco ama los contrastes violentos. Con la estrofa precedente ha concluído la descripción de Polifemo (lobreguez de la caverna, monstruosidad, discordancia de su música), y, ahora, de repente, comienza con la descripción de Galatea un tema todo suavidad y belleza, y colores ya suntuosos y brillantes, ya delicados. Lo enorme frente a lo delicado, mostruosidad frente a belleza... He aquí el contraste.


XIV



Purpúreas rosas sobre Galatea

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la Alba entre lilios cándidos deshoja:



duda el Amor cuál más su color sea,



o púrpura nevada, o nieve roja.



De su frente la perla es, eritrea,



émula vana. El ciego dios se enoja,

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y, condenado su esplendor, la deja



pender en oro al nácar de su oreja.

Continúa la descripción de Galatea.

VESIÓN EN PROSA, DÁMASO ALONSO:

«Blanca y colorada es Galatea: la aurora (la Alba) ha deshojado sobre ella rosas rojas como la púrpura, entremezcladas con lirios (es decir, azucenas) de un blanco cándido. Anda el Amor y no se determina a decir cuál sea el color de la ninfa: si purpúrea nevada o si roja nieve», tan ligados y matizados están en ella ambos colores. En vano la perla del mar Eritreo quiere competir con la frente de Galatea. El ciego duis del amor se enoja de ver el atrevimiento de la perla y, condena su esplendor, la relega, engastado en el oro de un zarcillo, a pender de la nacarada oreja de la muchacha.»




XV



Invidia de las ninfas y cuidado



de cuantas honra el mar deidades era;



pompa del marinero niño alado

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que sin fanal conduce su venera.



Verde el cabello, el pecho no escamado,



ronco sí, escucha a Glauco la ribera



inducir a pisar la bella ingrata,



en carro de cristal, campos de plata.

En el verso 4º termina la descripción de Galatea y aparece un tema de transición: el amor de las divinidades marinas. Se presenta la segunda fase de Galatea, su desdén. Glauco y Palemo la aman, pero los desdeña. Materia marina y colores fríos (cristal, plata, verde, cerúleo) hasta el coral por ser «tierno» no podía ser rojo.

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XVI



Marino joven, las cerúleas sienes,



del más tierno coral ciñe Palemo,



rico de cuantos la agua engendra bienes,



del Faro odioso al promontorio extremo;



mas en la gracia igual, si en los desdenes

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perdonado algo más que Polifemo,



de la que, aún no le oyó, y, calzada plumas,



tantas flores pisó como él espumas.




XVII



Huye la ninfa bella; y el marino



amante nadador, ser bien quisiera,

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ya que no áspid a su pie divino,



dorado pomo a su veloz carrera;



mas, ¿cuál diente mortal, cuál metal fino



la fuga suspender podrá ligera



que el desdén solicita? ¡Oh cuánto yerra

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delfín que sigue en agua corza en tierra!


La huída simboliza el desdén (igual que Dafne de Apolo). Es comparada indirecta e ingeniosamente con la de Eurídice y con la carrera de Atlanta (huída de sus pretendientes con vencerlos en la carrera).


XVIII



Sicilia, en cuanto oculta, en cuanto ofrece,



copa es de Baco, huerto de Pomona;



tanto de frutas ésta la enriquece,



cuanto aquél de racimos la corona.

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En carro que estival trillo parece,



a sus campañas Ceres no perdona,



de cuyas siempre fértiles espigas



las provincias de Europa son hormigas.

Contrasta con las dos anteriores por los colores calientes. Sicilia es la abundancia (primavera y verano), la potencia de la naturaleza engendradora.

En esta y en la siguiente octava, observamos la acumulación (racimos, frutas, trigo- trigo, lana, vido), que equivale a la plenitud. Dos triángulos de materia.

La abundancia es también el barroco, pero no desordenada, sino estilizada.




XIX



A Pales su viciosa cumbre debe

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lo que a Ceres, y aún más, su vega llana;



pues si en la una granos de oro llueve,



copos nieva en la otra mil de lana.



De cuantos siegan oro, esquilan nieve,



o en pipas guardan la exprimida grana,

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bien sea religión, bien amor sea,



deidad, aunque sin templo, es Galatea.

Se planta la duda de si a Galatea se debe culto como a deidad mítica o a amor humano, y esto constituye un subtema.




XX



Sin aras, no; que el margen donde para



del espumoso mar su pie ligero,



al labrador, de sus primicias ara,

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de sus esquilmos es al ganadero;



de la Copia -a la tierra, poco avara-



el cuerno vierte el hortelano, entero,



sobre la mimbre que tejió, prolija,



si artificiosa no, su honesta hija.

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XXI



Arde la juventud, y los arados



peinan las tierras que surcaron antes,



mal conducidos, cuando no arrastrados



de tardos bueyes, cual su dueño errantes;



sin pastor que los silbe, los ganados

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los crujidos ignoran resonantes,



de las hondas, si, en vez del pastor pobre,



el céfiro no silba, o cruje el robre.


En esta octava y la siguiente, la fuerza joven de Sicilia, ama a Galatea. El fondo de desastre se relaciona con los efectos de la pasión, creando estampas de desorden rural: bueyes uncidos que sin nadie que lleve a la manera arrastran inciertamente el arado en perdidos rumbos; ganados sin pastor, sin el mandato de las certeras hondas; perros soñolientos que sestean y se acomodan de vez en cuando al mejor tempero; lobos que yerran libres y buscan impunemente sus víctimas.


XXII



Mudo la noche el can, el día, dormido,



de cerro en cerro y sombra en sombra yace.

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Bala el ganado; al mísero balido,



nocturno el lobo de las sombras nace.



Cébase; y fiero, deja humedecido



en sangre de una lo que la otra pace.



¡Revoca, Amor, los silbos, o a su dueño

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el silencio del can siga, y el sueño!




XXIII



La fugitiva ninfa, en tanto, donde



hurta un laurel su tronco al sol ardiente,



tantos jazmines cuanta hierba esconde



la nieve de sus miembros, da una fuente.

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Dulce se queja, dulce le responde



un ruiseñor a otro, y dulcemente



al sueño da sus ojos la armonía,



por no abrasar con tres soles el día.


Acis, el amor y el verano. En las dos estrofas anteriores predominaba un color sombrío («nocturno el lobo de las sombras nace»). Vamos a pasar al tema de Acis: bella virilidad, sol deslumbrante, fuerza del estío.

Pero el poeta no ha querido esta vez lanzar el nuevo tema en toda su intensidad contra las tinieblas del anterior, sino que tiene esta estrofa de introducción dedicada a Galatea, pero no es una mera introducción, tiene una misión estética muy importante, ya que el delicioso sitio de sombra, el «lugar ameno», con su prado, su fuente, su ruiseñor, donde se ha quedado dormida va a contrastar con el ardiente verano; entre Galatea, una ternura dormida, y Acis, una fuerza despierta y acalorada, entre la feminidad y la masculinidad. Contrastada con la «armonía» de los últimos cuatro versos de esta octava .


XXIV



Salamandria del Sol, vestido estrellas,

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latiendo el Can del cielo estaba, cuando



(polvo el cabello, húmidas centellas,



si no ardientes aljófares, sudando)



llegó Acis; y, de ambas luces bellas



dulce Occidente viendo al sueño blando,

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su boca dio, y sus ojos cuanto pudo,



al sonoro cristal, al cristal mudo.

Las imágenes del estío (fuego, sol, ladridos furibundos) sirven para anunciar la inminencia del héroe.




XXV



Era Acis un venablo de Cupido,



de un fauno, medio hombre, medio fiera,



en Simetis, hermosa ninfa, habido;

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gloria del mar, honor de su ribera.



El bello imán, el ídolo dormido,



que acero sigue, idólatra venera,



rico de cuanto el huerto ofrece pobre,



rinden las vacas y fomenta el robre.

Breve descripción de Acis.

VERSIÓN EN PROSA, DÁMASO ALONSO:

«Era el bello Acis como un venablo que el dios del amor usara para herir los corazones. Había sido engendrado por un fauno, medio hombre y medio fiera, en la hermosa ninfa Simetris, y era gloria del mar y honor de sus orillas. Galatea es como un bello imán que lo atrae y al que sigue cual el acero; y al ver dormido el ídolo que adora, como un idólatra lo «venera». Lo venera, como puede él, rico de todo lo que ofrece un pobre huerto, de lo que rinden las vacas y de la miel que se cría en lo huecho y los robles».

COMENTARIO:

Es una estrofa meramente descriptiva.

«El bello imán, el ídolo dormido, / que acero sigue, idólatra venera»: estos dos versos son un sistema de correlación en dos dualidades: imán (A1) ídolo (A2) / acero (B1), idólatra (B2).

Hay que notar que los adjetivos «bello» y «dormido» obligan a entender que «el bello imán que como acero él seguía, encontrándolo dormido lo veneró, idólatra, como a ídolo».

«Pobre», entiéndase aquí como sencillo, humilde, rústico.

Fomenta el roble en su sentido general, los productos del roble. Pero los comentaristas son unánimes al pensar que lo que «fomenta» el roble es la miel y el sentido casa con lo que se dice en las estrofas 26 y 27.

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XXVI



El celestial humor recién cuajado



que la almendra guardó entre verde y seca,



en blanca mimbre se lo puso al lado,



y un copo, en verdes juncos, de manteca;



en breve corcho, pero bien labrado,

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un rubio hijo de una encina hueca,



dulcísimo panal, a cuya cera



su néctar vinculó la primavera.


Juegos del enamoramiento (26-39). A las imágenes musciales o pictóricas suceden ahora las escenas de ballet (en el poema nunca hay palabras, salvo el canto de Polifemo).


XXVII



Caluroso, al arroyo da las manos,



y con ellas las ondas a su frente,

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entre dos mirtos que, de espuma canos,



dos verdes garzas son de la corriente.



Vagas cortinas de volantes vanos



corrió Favonio lisonjeramente



a la de viento, cuando no sea cama

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de frescas sombras, de menuda grama.




XXVIII



La ninfa, pues, la sonorosa plata



bullir sintió del arroyuelo apenas,



cuando, a los verdes márgenes ingrata,



segur se hizo de sus azucenas.

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Huyera; mas tan frío se desata



un temor perezoso por sus venas,



que a la precisa fuga, al presto vuelo,



grillos de nieve fue, plumas de hielo.


El ruido del agua con que se refresca Acis, despierta sobresaltada a Galatea. Su primer impulso es huir pero el temor se lo impide.

VERSIÓN EN PROSA, DÁMASO ALONSO:

«Apenas, pues, oyó Galatea bullir el agua sonora y plateada del arroyo (que Acis movía), cuando se convirtió en segur de sus propias azucenas, es decir, se puso en pie, separó de la hierba, (como una segur) las azucenas de sus propios blancos miembros que antes enlucían o florecían el césped (obrando así ingratamente con los verdes márgenes que le habían proporcionado grato reposo). Su primer impulso fue echar a correr, pero por la sangre se le difundió un perezoso frío de temor, tan frío que le impidió la necesaria fuga, como unos grillos (no de hierro, sino de nieve, por lo helado de su alteración). Y la retuvieron presa, como unas plumas que siendo de hielo hicieron imposible el presto vuelo de su lucidez».

COMENTARIO:

Estrofa con pausa central. Los cuatro primeros versos se emparejan (por encabalgamiento), 1º, 2º y 3º , 4º. El emparejamiento de los versos 7º y 8º, siempre forzoso por la rima común, resulta reforzado por la correlación dual que hace que esos dos versos sean casi bimembres perfectos. Los elementos rítmicos y los conceptuales colaboran hacia este esquema: dos versos + encabalgamiento, dos versos + encabalgamiento, dos versos + estructura de dos versos dual. Por tanto, Góngora refuerza con encabalgamientos, dualidades y correlaciones duales la tendencia que la octava real, con muy frecuente pausa después del verso 4º y el pareado último, tiene hacia una rítmica binaria.


XXIX



Fruta en mimbres halló, leche exprimida

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en juncos, miel en corcho, mas sin dueño;



si bien al dueño debe, agradecida,



su deidad culta, venerado el sueño.



A la ausencia mil veces ofrecida,



este de cortesía no pequeño

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indicio la dejó -aunque estatua helada-



más discursiva y menos alterada.




Galatea ve un cesto con frutos que alguien ha puesto allí, mientras ella dormía, como ofrenda.

XXX



No al Cíclope atribuye, no, la ofrenda;



no a sátiro lascivo, ni a otro feo



morador de las selvas, cuya rienda

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el sueño aflija, que aflojó el deseo.



El niño dios, entonces, de la venda,



ostentación gloriosa, alto trofeo



quiere que al árbol de su madre sea



el desdén hasta allí de Galatea.

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La ninfa se queda pensando a quien podrá atribuir la ofrenda. El niño Amor, entonces, se propone vencer el desdén que a todos ha mostrado hasta allí Galatea.

VERSIÓN EN PROSA. DÁMASO ALONSO:

«No atribuye la ofrenda ni a Polifemo ni a ningún lascivo sátiro ni a otro de los feos faunos o silvanos, moradores de los bosques en los cuales el sueño de una mujer rompe la rienda de la audacia, ya aflojada de antemano por el mal deseo. Entonces el niño dios que tiene los ojos vendados, el dios del Amor, quiere que Galatea se enamore, y que el desdén que victoriosamente hasta allí tuvo la ninfa, vencido ya, sirva de gloriosa ostentación o trofeo, colgado del mirto, árbol de Venus, madre del amor».


XXXI



Entre las ramas del que más se lava



en el arroyo, mirto levantado,



carcaj de cristal hizo, si no aljaba,



su blanco pecho, de un arpón dorado.



El monstro de rigor, la fiera brava,

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mira la ofrenda ya con más cuidado,



y aun siente que a su dueño sea, devoto,



confuso alcaide más, el verde soto.

Acis se lava las manos y el rostro en el arroyo.


Viene el amor a Galatea. Comienza a operarse un cambio en el corazón de la ninfa.

VERSIÓN EN PROSA, DÁMASO ALONSO:

«Disparó el Amor, desde el levantado mirto, una flecha dorada que se hincó en el blanco pecho de Galatea, quedando así el pecho convertido como en carcaj o aljaba o flecha. Vencida por el amor, la ninfa -aquel monstruo de rigor, aquella fiera áspera para sus enamorados- comienza ahora a mirar con más cuidado las ofrendas que encontró junto a sí, y aun llega a sentir que el verde soto oculte por más tiempo -como celoso alcaide- al devoto donador de los regalos.


XXXII



Llamáralo, aunque muda, mas no sabe



el nombre articular que más querría;

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ni lo ha visto, si bien pincel süave



lo ha bosquejado ya en su fantasía.



Al pie -no tanto ya, del temor, grave-



fía su intento; y, tímida, en la umbría



cama de campo y campo de batalla,

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fingiendo sueño al cauto garzón halla.

Galatea, inquieta, quiere encontrar al dueño de las ofrenda, y encuentra a Acis, que finge estar dormido




XXXIII



El bulto vio y, haciéndolo dormido,



librada en un pie toda sobre él pende



(urbana al sueño, bárbara al mentido



retórico silencio que no entiende);

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no el ave reina, así, el fragoso nido



corona inmóvil, mientras no desciende



-rayo con plumas- al milano pollo



que la eminencia abriga de un escollo,




XXXIV



como la ninfa bella, compitiendo

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con el garzón dormido en cortesía,



no sólo para, mas el dulce estruendo



del lento arroyo enmudecer querría.



A pesar luego de las ramas, viendo



colorido el bosquejo que ya había

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en su imaginación Cupido hecho



con el pincel que le clavó su pecho,




XXXV



de sitio mejorada, atenta mira,



en la disposición robusta, aquello



que, si por lo süave no la admira,

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es fuerza que la admire por lo bello.



Del casi tramontado sol aspira



a los confusos rayos, su cabello;



flores su bozo es, cuyas colores,



como duerme la luz, niegan las flores.

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Apoyada en un solo pie, se inclina sobre él para contemplarle (actitud teatralizada, de ballet). Cambia de posición y le mira: ve su recia trama de hombre, se cabello, su bozo que apenas le cubre las mejillas. Hay una belleza rural en Acis que enamora a Galatea; no se sacia de mirarle.


XXXVI



En la rústica greña yace oculto



el áspid, del intonso prado ameno,



antes que del peinado jardín culto



en el lascivo, regalado seno;



en lo viril desata de su vulto

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lo más dulce el Amor, de su veneno;



bébelo Galatea, y da otro paso



por apurarle la ponzoña al vaso.




XXXVII



Acis -aún más de aquello que dispensa



la brújula del sueño vigilante-,

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alterada la ninfa esté o suspensa,



Argos es siempre atento a su semblante,



lince penetrador de lo que piensa,



cíñalo bronce o múrelo diamante;



que en sus paladïones Amor ciego,

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sin romper muros, introduce fuego.




XXXVIII



El sueño de sus miembros sacudido,



gallardo el joven la persona ostenta,



y al marfil luego de sus pies rendido,



el coturno besar dorado intenta.

300



Menos ofende el rayo prevenido,



al marinero, menos la tormenta



prevista le turbó o pronosticada;



Galatea lo diga, salteada.




XXXIX



Más agradable y menos zahareña,

305



al mancebo levanta venturoso,



dulce ya concediéndole y risueña,



paces no al sueño, treguas sí al reposo.



Lo cóncavo hacía de una peña



a un fresco sitïal dosel umbroso,

310



y verdes celosías unas hiedras,



trepando troncos y abrazando piedras.


Serenada y amansada Galatea levanta al dichoso Acis. Descripción del lugar en el que se reclinarán los enamorados. Unión de los amantes: buscan los ya enamorados un sitio umbroso, bajo una peña; por debajo de llos, unas hiedras trepan que forman como una celosía natural.

VERSIÓN EN PROSA DE DÁMASO ALONSO

Depuesto su sobresalto, ya más agradable y menos esquiva, levanta Galatea al venturos mancebo, concediéndole, dulcemente, risueña, no paces para que volviese a dormir, sino treguas al descanso, es decir, que interrumpiese su descanso para estar con ella. Formaba allí lo hueco de una peña un umbroso dosel a un fresco lugar, apropiado para sentarse o reclinarse en él, como en un sitial, y le servían de verdes celosías unas hiedras que subían trepando por los troncos y abrazando las peñas.


XL



Sobre una alfombra, que imitara en vano



el tirio sus matices (si bien era



de cuantas sedas ya hiló, gusano,

315



y, artífice, tejió la Primavera)



reclinados, al mirto más lozano,



una y otra lasciva, si ligera,



paloma se caló, cuyos gemidos



-trompas de amor- alteran sus oídos.

320




XLI



El ronco arrullo al joven solicita;



mas, con desvíos Galatea suaves,



a su audacia los términos limita,



y el aplauso al concento de las aves.



Entre las ondas y la fruta, imita

325



Acis al siempre ayuno en penas graves;



que, en tanta gloria, infierno son no breve,



fugitivo cristal, pomos de nieve.




XLII



No a las palomas concedió Cupido



juntar de sus dos picos los rubíes,

330



cuando al clavel el joven atrevido



las dos hojas le chupa carmesíes.



Cuantas produce Pafo, engendra Gnido,



negras vïolas, blancos alhelíes,



llueven sobre el que Amor quiere que sea

335



tálamo de Acis ya y de Galatea.

Sobre ellos comienza a caer una lluvia de negras violas y blancos alhelíes.




XLIII



Su aliento humo, sus relinchos fuego,



si bien su freno espumas, ilustraba



las columnas Etón que erigió el griego,



do el carro de la luz sus ruedas lava,

340



cuando, de amor el fiero jayán ciego,



la cerviz oprimió a una roca brava,



que a la playa, de escollos no desnuda,



linterna es ciega y atalaya muda.


Gran sonoridad: visió de humo y fuego.


XLIV



Árbitro de montañas y ribera,

345



aliento dio, en la cumbre de la roca,



a los albogues que agregó la cera,



el prodigioso fuelle de su boca;



la ninfa los oyó, y ser más quisiera



breve flor, hierba humilde, tierra poca,

350



que de su nuevo tronco vid lasciva,



muerta de amor, y de temor no viva.

El gigante se ha sentado en lo alto de una roca y desde allí ha empezado a tocar su zampoña. El temor de la ninfa se subraya en los versos finales con el anuncio del poeta de que morirá por la venganza de los celos del cíclope.




XLV



Mas -cristalinos pámpanos sus brazos-



amor la implica, si el temor la anuda,



al infelice olmo que pedazos

355



la segur de los celos hará aguda.



Las cavernas en tanto, los ribazos



que ha prevenido la zampoña ruda,



el trueno de la voz fulminó luego;



¡referidlo, Pïérides, os ruego!

El poeta, temeroso de su incapacidad para expresar las palabras del canto de Polifemo, pide a las musas que sean ellas las que lo refieran.

360




XLVI



«¡Oh bella Galatea, más süave



que los claveles que tronchó la aurora;



blanca más que las plumas de aquel ave



que dulce muere y en las aguas mora;



igual en pompa al pájaro que, grave,

365



su manto azul de tantos ojos dora



cuantas el celestial zafiro estrellas!



¡Oh tú, que en dos incluyes las más bellas!

Canto de Polifemo (46- 58): contraste interno entre monstruosidad y ternura, tan hondamente barroco.




XLVII



»Deja las ondas, deja el rubio coro



de las hijas de Tetis, y el mar vea,

370



cuando niega la luz un carro de oro,



que en dos la restituye Galatea.



Pisa la arena, que en la arena adoro



cuantas el blanco pie conchas platea,



cuyo bello contacto puede hacerlas,

375



sin concebir rocío, parir perlas.




XLVIII



»Sorda hija del mar, cuyas orejas



a mis gemidos son rocas al viento:



o dormida te hurten a mis quejas



purpúreos troncos de corales ciento,

380



o al disonante número de almejas



-marino, si agradable no, instrumento-



coros tejiendo estés, escucha un día



mi voz, por dulce, cuando no por mía.




XLIX



»Pastor soy, mas tan rico de ganados,

385



que los valles impido más vacíos,



los cerros desparezco levantados



y los caudales seco de los ríos;



no los que, de sus ubres desatados,



o derivados de los ojos míos,

390



leche corren y lágrimas; que iguales



en número a mis bienes son mis males.




L



»Sudando néctar, lambicando olores,



senos que ignora aun la golosa cabra,



corchos me guardan, más que abeja flores

395



liba inquïeta, ingenïosa labra;



troncos me ofrecen árboles mayores,



cuyos enjambres, o el abril los abra,



o los desate el mayo, ámbar distilan



y en ruecas de oro rayos del sol hilan.

400




LI



»Del Júpiter soy hijo, de las ondas,



aunque pastor; si tu desdén no espera



a que el monarca de esas grutas hondas,



en trono de cristal te abrace nuera,



Polifemo te llama, no te escondas;

405



que tanto esposo admira la ribera



cual otro no vio Febo, más robusto,



del perezoso Volga al Indo adusto.




LII



»Sentado, a la alta palma no perdona



su dulce fruto mi robusta mano;

410



en pie, sombra capaz es mi persona



de innumerables cabras el verano.



¿Qué mucho, si de nubes se corona



por igualarme la montaña en vano,



y en los cielos, desde esta roca, puedo

415



escribir mis desdichas con el dedo?




LIII



»Marítimo alcïón roca eminente



sobre sus huevos coronaba, el día



que espejo de zafiro fue luciente



la playa azul, de la persona mía.

420



Miréme, y lucir vi un sol en mi frente,



cuando en el cielo un ojo se veía;



neutra el agua dudaba a cuál fe preste,



o al cielo humano, o al cíclope celeste.




LIV



»Registra en otras puertas el venado

425



sus años, su cabeza colmilluda



la fiera cuyo cerro levantado,



de helvecias picas es muralla aguda;



la humana suya el caminante errado



dio ya a mi cueva, de piedad desnuda,

430



albergue hoy, por tu causa, al peregrino,



do halló reparo, si perdió camino.




LV



»En tablas dividida, rica nave



besó la playa miserablemente,



de cuantas vomitó riquezas grave,

435



por las bocas del Nilo el Orïente.



Yugo aquel día, y yugo bien süave,



del fiero mar a la sañuda frente



imponiéndole estaba (si no al viento



dulcísimas coyundas) mi instrumento,

440




LVI



»cuando, entre globos de agua, entregar veo



a las arenas ligurina haya,



en cajas los aromas del Sabeo,



en cofres las riquezas de Cambaya;



delicias de aquel mundo, ya trofeo

445



de Escila, que, ostentado en nuestra playa,



lastimoso despojo fue dos días



a las que esta montaña engendra arpías.




LVII



»Segunda tabla a un ginovés mi gruta



de su persona fue, de su hacienda;

450



la una reparada, la otra enjuta,



relación del naufragio hizo horrenda.



Luciente paga de la mejor fruta



que en hierbas se recline, en hilos penda,



colmillo fue del animal que el Ganges

455



sufrir muros le vio, romper falanges;




LVIII



»arco, digo, gentil, bruñida aljaba,



obras ambas de artífice prolijo,



y de Malaco rey a deidad Java



alto don, según ya mi huésped dijo.

460



De aquél la mano, de ésta el hombro agrava;



convencida la madre, imita al hijo:



serás a un tiempo en estos horizontes



Venus del mar, Cupido de los montes.»




LIX



Su horrenda voz, no su dolor interno,

465



cabras aquí le interrumpieron, cuantas



-vagas el pie, sacrílegas el cuerno-



a Baco se atrevieron en sus plantas.



Mas, conculcado el pámpano más tierno



viendo el fiero pastor, voces él tantas,

470



y tantas despidió la honda piedras,



que el muro penetraron de las hiedras.


La venganza del cíclope.

El canto queda interrumpido, pero no el dolor de Polifemo (porque unas cabras han entrado a una vides). Desaparece el Polifemo tierno, y, ya sólo duro pastor, a pedradas las espanta, no sin que las piedras caigan cerca de donde estaban Acis y Galatea, los cuales austados huyen hacia el mar, como se ve en la octava siguiente.


LX



De los nudos, con esto, más süaves,



los dulces dos amantes desatados,



por duras guijas, por espinas graves

475



solicitan el mar con pies alados;



tal, redimiendo de importunas aves



incauto meseguero sus sembrados,



de liebres dirimió copia, así, amiga,



que vario sexo unió y un surco abriga.

480




LXI



Viendo el fiero jayán, con paso mudo



correr al mar la fugitiva nieve



(que a tanta vista el líbico desnudo



registra el campo de su adarga breve)



y al garzón viendo, cuantas mover pudo

485



celoso trueno, antiguas hayas mueve:



tal, antes que la opaca nube rompa,



previene rayo fulminante trompa.


Ahora todo se precipita: el jayán los ha visto, y lleno de furia sacude un bosque de antiguos árboles, y arrancando la punta de la alta roca la lanza sobre Acis.


LXII



Con vïolencia desgajó infinita,



la mayor punta de la excelsa roca,

490



que al joven, sobre quien la precipita,



urna es mucha, pirámide no poca.



Con lágrimas la ninfa solicita



las deidades del mar, que Acis invoca;



concurren todas, y el peñasco duro

495



la sangre que exprimió, cristal fue puro.

VERSIÓN EN PROSA, DÁMASO ALONSO:

Con enorme y violento esfuerzo arrancó Polifemo la mayor punta del elevado peñasco desde donde había cantado, la cual le sirve al joven, sobre quien la precipita, de urna, para sus restos, excesivamente grande, y no de pequeña pirámide funeraria. La ninfa, toda llorosa, pide ayuda a las divinidades del mar, y también las invoca Acis. Acuden todas en su ayuda, y hacen que la sangre que al caer sobre él exprimió el duro peñasco se convierta en agua pura y cristalina.




LXIII



Sus miembros lastimosamente opresos



del escollo fatal fueron apenas,



que los pies de los árboles más gruesos



calzó el liquido aljófar de sus venas.

500



Corriente plata al fin sus blancos huesos,



lamiendo flores y argentando arenas,



a Doris llega, que, con llanto pío,



yerno lo saludó, lo aclamó río.

VERSIÓN EN PROSA, DÁMASO ALONSO:

Apenas fueron los miembros de Acis aplastados por el peñasco fatal, cuando el agua, que, como líquido aljófar, salió de sus venas, bañó, calcándolos, los pies de los más gruesos árboles. Sus huesos, convertidos también en agua como corriente plata, pasan rozando flores de lugares amenos o plateando doradas arenas, hasta llegar a Doris, al mar. Y Doris, madre de Galatea, le acoge con piadoso llanto, por su muerte, y al mismo tiempo le saluda como a yerno y le aclama como a divinidad pues ha sido transformado en río.



Invocadas las deidades marinas, hacen que la sangre y el cuerpo de Acis se tranformen en agua fluyente.; así llega al mar, y en él a Doris, que le llora, le saluda yerno y le aclama río.

El final no tiene el desarrollo esperable de la venganza y de la tranformación. Quizá iba cansado o quizá creyó que el efecto de la venganza quedaría resaltado con una terminación abrupta, participando de la estética española de los finales abruptos que prácticaba, por ejemplo, Lope en sus comedias, que resolvía en pocos minutos y versos el enredo más amontonado en las últimas escenas de la tercera jornada.

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